Compartir:

Para tener muy presente: Cae a su nivel más bajo en 153 años la tasa de matrimonios en Estados Unidos.

En una película escuché decir a la actriz de Hollywood que estaba probándose el vestido de novia: “¡Qué emoción casarse *por primera vez*!” Parece que en nuestros días, ya ni siquiera esa supuesta emoción se siente.

En 2019, según un informe del Centro Nacional de Estadísticas de Salud del país norteamericano, los matrimonios cayeron seis por ciento con respecto al año anterior, llegando a 6.5 por ciento de nuevos matrimonios por cada mil personas.

La más baja desde 1867 a la fecha

Sally Curtin, autora principal del informe, dijo al periódico The Wall Street Journal que esa es la tasa más baja desde que el gobierno de Estados Unidos comenzó a mantener registros de datos de matrimonio en 1867.

Otros cambios históricos en la tasa de matrimonios incluyen una caída masiva al comienzo de la Gran Depresión en la década de 1930, seguida de un aumento dramático después de la Segunda Guerra Mundial, con 16.4 matrimonios por cada mil personas en 1946.

Curtin dijo al rotativo estadounidenses que las secuelas de COVID-19 podrían desempeñar un papel en la reducción de las tasas de matrimonio, y añadió que en la medida en que COVID tiene un efecto duradero en la economía, “podría afectar la formación familiar”.

 

 

Lo religioso a segundo término

Como en cualquiera de las tradiciones religiosas de uno de los países más religiosos del mundo, en Estados Unidos debe entenderse que la caída en la tasa de matrimonios tiene que ver, directamente, con el acelerado decremento de la religiosidad

En un reporte intitulado “Promise and Peril. The history of american religiosity and its recent decline” (“Promesa y peligro: la historia de la religiosidad estadounidense y su reciente declive”), Lyman Stone, miembro del Instituto Empresarial Americano, explica el fenómeno en extenso.

En resumen, Stone señala que las causas más probables de la disminución de la religiosidad tienen que ver con el papel “cada vez más intenso” que desempeñan las instituciones educativas secularizadas en la vida de los niños y el continuo retraso y declive del matrimonio.

 

 

Nadie los forma

En otras palabras, la gente se casa menos –sobre todo los millennials—porque no se tomó en cuenta, en su infancia, ningún tipo de formación religiosa y, por tanto, le han quitado al matrimonio cualquier tipo de dimensión trascendente: es un contrato económico, básicamente.

Si en 1960 llegó a su pico más alto la religiosidad estadounidense, “hoy, todo esto ha cambiado”, dice Stone en su trabajo sobre la declinación religiosa (y, por ende, la caída de los matrimonios” en el país del Norte.

“Más estadounidenses no tienen identidad religiosa en absoluto. Una cuarta parte no se identifica con ninguna religión, menos de una tercera parte tiene nombres relacionados con cualquier religión, y el entorno legal de Estados Unidos es cada vez más secular, lo que limita explícitamente el apoyo a la religión”, recalca Stone en su reporte.

 

 

Secularización del mundo

Stone termina diciendo algo que parece ser válido para todo Occidente: “La disminución de la religiosidad en Estados Unidos no es el producto de un cambio natural en las preferencias, sino un resultado de ingeniería de elecciones de políticas claramente identificables en el pasado”.

Esas decisiones son, sobre todo, arrinconar “lo religioso” al ámbito de lo privado, lo familiar o, dicho en términos coloquiales, a la sacristía. Retirar a Dios de la educación y de la comunidad tiene sus bemoles. Uno de ellos es que la gente no se casa: ¿Para qué?

 

 

Escrito por: Jaime Septién, vía Aleteia.

 

 

Compartir: