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Padre, ¿qué es exactamente el autocontrol y cómo puedo crecer en esta capacidad de dominarme? Jorge I.

Todos los seres humanos tenemos que mejorar y, unos más que otros, debemos aprender a controlarnos, a dominar nuestros impulsos. El autocontrol, o dominio de sí, es la capacidad consciente que tiene la persona de regular los impulsos de manera voluntaria, con el objetivo de alcanzar un mayor equilibrio personal y comunitario. Por lo tanto, una de las virtudes en las que se busca crecer cuando hablamos del autocontrol, es la templanza (Virtud que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. Catecismo #1809).

 Una persona que tiene dominio de sí es una persona equilibrada; decimos que tiene temple interior por la manera que sobrelleva las situaciones difíciles o adversas.

Ahora, ¿por qué es tan importante? Creo que nos queda claro que nuestras capacidades, que son dones de Dios, están algunas veces desordenadas, o mal orientadas. Por eso, hay que darles el verdadero sentido, reorientarlas hacia el bien. No es raro encontrarse con una persona que quiere lograr algo, pero al no tener dominio sobre sí y quizás llevado por la pereza, deja de lado el bien que quiere lograr. O quizás aquel que haciendo mal uso de la palabra habla sin sopesar las consecuencia de lo que dice, y movido por el impulso del momento lanza un comentario dañino u ofensivo al otro. Por estos pequeños ejemplos y muchas razones más, vemos que es fundamental crecer en el dominio de sí, acrecentando la virtud de la templanza, que no es un reprimir sino reorientar las potencias y capacidades hacia el bien, “Todo me es lícito; mas no todo me conviene. Todo me es lícito; más ¡no me dejaré dominar por nada!” (1Cor 6,12).

Se trata, por tanto, de ejercer un domino sobre nosotros. Si no hay límites, la persona dará a su cuerpo más de lo que necesita, e incluso esta dependencia lo llevará a ser irresponsable con sus deberes o a rendir menos de lo que puede dar. Además, una persona que no se pone límites, que no se educa, va a tender a ser caprichosa, engreída, poco servicial, egoísta y muy limitada en el despliegue de sus dones y de su capacidad de amar. Por eso, dice Dios: “Ciudad abierta y sin muralla es el hombre que no domina su ánimo” Prov 25,28

¿Cómo crecer en esta virtud? Lo primero es identificar nuestras fragilidades, “de qué pie cojeamos”. Luego, comprender que esto no es algo que se gana de un día para otro, sino que vamos caminando día a día, cooperando con la gracia de Dios y poco a poco conquistando el dominio de nuestras capacidades y talentos, encaminándolos hacia el bien. Para esto será muy bueno siempre dejarnos aconsejar y guiar por alguien, e iluminar nuestro actuar por la Palabra de Dios, reconociendo que solos no podemos. “Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza.”(2Tim 1,7). Por último, recuerda invocar al Espíritu Santo defensor, para que Él nos ayude a ser fieles en las cosas pequeñas, y así poder ser fieles en las cosas mayores.

Por P. Enrique Granados
Sodalicio de Vida Cristiana
preguntasfe@revistavive.com

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