Para atender debidamente tanto a quienes se encuentran en la situación de abortar o de haber abortado como a los niños por nacer, necesitamos superar los esquemas dualistas.
Cuando el Senado argentino votó en contra de la legalización del aborto, surgieron declaraciones que hablaban de “victoria” del nascituro o “derrota” de la mujer.
El debate
Después de un intenso debate en las cámaras legislativas argentinas y de numerosas manifestaciones públicas, el Senado rechazó la propuesta de legalizar el aborto, el pasado 9 de agosto. Durante semanas, hubo una campaña a favor del aborto, simbolizada por un pañuelo verde, y también otra por la vida, la Marcha Federal Salvemos las dos Vidas, que tuvo un gran eco.
La mentalidad dualista afirma por separado la libertad y la vida. De hecho, hay un bloque que se autodenomina “pro choice”, que pone la decisión de la mujer por encima de la vida del nascituro. Y caen en el mismo dualismo quienes contraponen datos de salud pública (mujeres que mueren por abortar clandestinamente) a la vida del bebé.
Afirmar a las dos personas
Se deben afirmar las dos partes que entran en conflicto: la madre y su bebé. Primero, hay que reconocer que muchas mujeres se ven empujadas a abortar, por la presión familiar, por las dificultades económicas, por motivos de salud, etc. Y luego con valentía hay que afirmar que facilitar el aborto no es la solución ni psicológica, ni económica, ni clínica que esas mujeres necesitan. Hace falta una legislación que realmente se haga cargo de la situación de esas personas y les facilité atención médica y psicológica, y les ayudé con la gestación y crianza de su bebé.
Una cuestión humana, no sólo religiosa
Otra manifestación del dualismo que está presente en las discusiones sobre el aborto es creer que la defensa del derecho a la vida está vinculada a creencias religiosas.
Pero, como explica el jurista argentino, Juan B. Gonzalez Saborido, “nuestros argumentos pueden originarse en una sensibilidad religiosa y eso no tiene nada de malo, pero una vez en la esfera pública es su solidez la que los hace útiles para un debate que interpele a creyentes y no creyentes por igual”. (La Nación, 8 ago. 2018).
Tutelar la vida por nacer es una cuestión humana fundamental y, por eso, incluso pensadores ateos han defendido la vida. Uno de ellos es el famoso politólogo italiano, Norberto Bobbio (1909-2004), ateo y de izquierda, quien ante el debate por la legalización del aborto en Italia defendió la vida (1981).
Bobbio escribió: “He hablado de tres derechos. El primero, el del concebido, es el fundamental; los otros, el de la mujer y el de la sociedad, son derechos derivados. Por otro lado, y para mí este es el punto central, el derecho de la mujer y el de la sociedad, que suelen esgrimirse para justificar el aborto, pueden ser satisfechos sin necesidad de recurrir al aborto, evitando la concepción. Pero una vez hay concepción, el derecho del concebido sólo puede ser satisfecho dejándole nacer. Reenviar la solución al momento en el que la concepción ya se ha producido es huir del fondo del problema”. (Il Corriere della Sera, mayo de 1981, citado aquí)
La defensa de la vida por nacer debe ir de la mano de ayudar a las mujeres que se ven orilladas a abortar. Esa fue la gran enseñanza de la campaña en contra de la legalización del aborto llevada a cabo en Argentina. Entonces, aprendamos esa lección, que puede servir también en otros ámbitos de la vida pública, la de superar el dualismo y buscar soluciones para las dos partes.
Por: P. Luis-Fernando Valdés
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