Más que una costumbre el armado del año viejo o monigote tiene gran importancia y significado para las familias ecuatorianas.
Luis y Juan eran dos inquietos hermanos que planeaban su fiesta de año en la casa, vivían cerca de la calle 6 de marzo en Guayaquil y, para ellos era una enorme alegría recorrer el lugar y ver con asombro todos los enormes años viejos que se hacían.
Ellos querían comprar un año viejo bien grande para lucirlo en el patio de la casa, para luego quemarlo en la media noche del 31 de diciembre. Este año, había un inconveniente que les impedía la compra de un año viejo, su papá Jorge se había quedado sin trabajo y no había dinero para esos gastos.
– Hay que armar el monigote, dijo el abuelo José.
– ¿Qué es eso?, dijeron los niños en coro y riéndose.
El abuelo les explicó que, cuando él era niño se hacia el año viejo en la casa, era un muñeco con la ropa vieja de alguien, se lo cocía y rellenaba con aserrín, y luego se le colocaba una careta.
– Entonces, es más barato, dijo Luis.
– Tendremos nuestro año viejo, sonrió Juan.
Ahora, la tarea era escoger una careta, cada niño quería un personaje de superhéroe, pero cada careta era más cara que la otra, entonces dijeron que no.
El abuelo les contó que tenía un viejo amigo que hacia caretas de cualquier personaje o persona, había que darle una foto y la hacía, casi que igual.
-Es de buena suerte quemar el muñeco y anotar lo malo que ha pasado en el año en un papel, mencionó el abuelo.
-En serio, preguntó Luisito.
Entonces decidieron hacer el monigote con la cara de Superman, y anotar el desempleo del papá.
Se fueron corriendo al closet del papá a buscar ropa vieja y por supuesto, la foto de Superman para mandar a hacer la careta.
Armaron el monigote, en complicidad con el abuelo, para que no se dieran cuenta en la casa y fuese una sorpresa para la noche de año nuevo.
Finalmente, el monigote quedó listo, con la ropa del papá, bien gordo quedó con el relleno se aserrín, solo le colocaron unos lentes en la careta para que quedara parecido a Clark Kent.
-Está muy bonito, dijo Jorge con una gran carcajada.
Junto a María, su esposa, se abrazaron con los niños y juntos quemaron el monigote que, con tanta ilusión habían armado junto con el abuelo.
El año terminó y empezó uno con mucha alegría, a las pocas semanas del mes de enero, Jorge consiguió un buen trabajo y le dio grandes regalos a su familia.
Escrito por: Arq. Carlos Eduardo Castro Molestina, Mgs., Director de la carrera Diseño de Interiores Facultad de Arquitectura y Diseño Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.
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