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Pedirles que sean valientes “porque sí”, aunque esa sea la meta, no dará los mejores resultados. 

Nuestros niños también sienten miedo. Pero, ¿qué hacemos cuando nos lo manifiestan? ¡Claro! Nuestra gran y maravillosa respuesta automática: “No tengas miedo”; y con esto pretendemos que de inmediato el miedo se vaya de ellos.

No papás, no funciona así. Si creemos que porque son niños no entienden o que son cosas de chiquillos, o bien, porque papá les ordena que no tengan miedo, deberán obedecer, puede suceder en que no tangamos los resultamos que esperamos. Esos miedos pueden arraigarse y más adelante en la edad adulta les traerán consecuencias. El que los padres les ofrezcan una negativa como respuesta, lejos de tranquilizarlos, les generará más ansiedad porque lo que sienten -para ellos- es muy real.

hijosComo padres necesitamos ser sensibles y comprensivos ante las necesidades de nuestros niños. Guiarlos de forma que tengan las oportunidades idóneas para que ellos mismos aprendan a enfrentarse a sus aflicciones, a sus miedos y, en general, a sus emociones de una manera asertiva y sin esperar a que respondan como adultos.

Los hijos aprenden por medio del ejemplo. Es básico que los padres tengan la sabiduría de no transmitirles sus miedos. Si el hijo observa constantes comportamientos ansiosos, inseguros o negativos, esos mismos son los que irá desarrollando durante su vida. Lo más peligroso es que crecerá creyendo que vivir con miedo es normal.

La mayoría de los miedos infantiles tienden a desaparecer con la madurez. Sin embargo, hay algunos que lejos de marcharse, se arraigan y dejan huella, muchas veces de manera inconsciente. También, una mala experiencia puede hacer que dejen de hacer algo que antes disfrutaban mucho. Por ejemplo, algún accidente en la piscina que les quite las ganas de seguir nadando. Para ello, los padres deben ser más astutos, no presionarlo sino encontrar una solución, como contratar un instructor de natación que le dé esa confianza que necesita.

Trabajo en equipo

Una de las grandes enseñanzas emocionales aprendida en los primeros años de vida y refinada a lo largo de la infancia es cómo modelar sus reacciones sin arrebatos y con tranquilidad. Cuando los niños son pequeños, son muy imaginativos y mucho más a la hora de dormir. Justo en ese momento aparecen esperpentos de todos tamaños, colores y sabores. Como adultos podrá parecer absurdo y hasta le restamos importancia, pero para ellos no lo es.

Si el pequeño está batallando con este asunto de los monstruos nocturnos, se puede probar con la siguiente actividad. Justo antes de dormir, siéntate un ratito con él y pídele que dibuje al monstruo. Dile que lo pinte tan claro como lo vea. Cuando esté listo pídele que lo destruya, ya sea haciendo el papel añicos o arrugando la hoja. Luego la tire en la basura y que le diga: “adiós monstruo”. O las palabras que él le quiera decir. Tú como mamá/papa verbalízale que esté tranquilo porque él mismo con sus poderes de dibujante ya destruyó al monstruo.

Los padres necesitan ayudar a los hijos para que desarrollen mecanismos y enfrenten sus temores. Si el niño está manifestando que siente miedo, entonces hay que honrar su sentir y hacerle ver de una manera amorosa y de acuerdo a su edad, que no es malo sentir lo que siente. Una buena manera de hacerlo es preguntándole exactamente a qué le tiene miedo y qué sensación le genera. Al finalizar la conversación felicitarle por la valentía al aceptar lo que sentía. Admitir que sentimos miedo a algo, no es fácil para nadie.

 

Vía: Aleteia.org

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