La tarea puede parecer abrumadora, pero estos consejos no podrían ser más fáciles
Muchos hemos logrado reconocer el asombroso regalo que tenemos en las Escrituras, la mismísima Palabra de Dios dedicada a la humanidad y a todos nosotros personalmente. Naturalmente, queremos compartir este recién descubierto amor con nuestros hijos. Queremos que aprendan a escuchar las palabras de las Escrituras y entender que Dios los ama y que les habla de verdad.
Probablemente, nuestros hijos están interesados en Minecraft, en Lego Ninjago, en el Nintendo Switch, o prácticamente cualquier cosa que no sea la Sagrada Escritura. Pero no hay que desesperar. Somos padres. Los padres pueden ganar. Si el matrimonio está orientado a la procreación y si la procreación en humanos no significa solamente hacer bebés, sino también educar a esos bebés.
Por eso, aquí tienen tres maneras sencillas de empezar a ganar, tres formas de empezar a introducir las Escrituras en las vidas de sus hijos.
Decora con las Escrituras
Sugiero que asumamos una perspectiva activa en el aspecto decorativo de nuestro hogar: ya que se supone que la familia ha de ser la “Iglesia doméstica”. Es apropiado que el arte de nuestros hogares sea abiertamente religioso y basado en las Escrituras.
De hecho, este tipo de obras de arte —digamos, una imagen del milagro de Cristo en las bodas de Caná de Galilea— ya no son algo meramente “decorativo”. Mientras que el arte aporta belleza al hogar, también es provechoso para la comprensión: ayuda a los niños a visualizar una escena de las Escrituras, atrayendo su atención hacia alguno de sus aspectos más significativos.
Entretén con las Escrituras
Los niños se desesperan por tener dos cosas: entretenimiento y atención. Su lema instintivo parece decirles que “cualquier atención es buena”. Pero, ¿por qué no sacarle un buen provecho a esa característica de los niños?
Podemos canalizar esos deseos de una forma saludable leyéndoles algunos fragmentos de las Escrituras en voz alta, en familia, todos los días. Sinceramente, a los niños les gusta tanto acurrucarse y leer que a veces creo que podría leerles el manual de instrucciones del termostato y que seguirían disfrutándolo. Seguramente Dios los programó así, para que a los padres nos resultara más fácil enseñarles las verdades importantes mientras todavía son jóvenes.
Hay otra variante que también funciona: léele la Biblia en voz alta a tu cónyuge. Ignora a los niños. “¡¿Es que mamá y papá no pueden dedicarse un poco de atención exclusiva?! ¿No podemos?”. Los niños se sentirán atraídos.
Canta con las Escrituras
¿Sabías que a los niños les gusta cantar? Claro que sí. Escoge una canción o un himno basado en palabras de las Escrituras (en efecto, prácticamente cualquier himno). Empieza a cantarlo en familia.
Sea lo que sea, trabajen con ese himno hasta que sus hijos se lo sepan muy bien, de forma que tengan seguridad para cantarlos solos cuando sus padres no estén. Si lo han logrado, habrán contribuido a que una pequeña porción de la Biblia tenga cobijo en el corazón de su hijo.
Y no paren aquí. Sean ambiciosos y construyan sobre esta base. Cuando la familia haya dominado un himno, escojan otro y amplíen el repertorio familiar.
Lo principal es que nosotros, como padres, entretejamos las Escrituras profundamente en nuestras vidas. Si lo hacemos, el tesoro de la Sagrada Escritura manará en nuestras familias de formas astutas y creativas más allá de lo que imaginamos en un principio.
Vía: Aleteia.org