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El alcohol de por sí es malo, borracheras, tolerancia cero.

Está demostrado científicamente: el impacto de la borrachera con grandes cantidades de alcohol en muy poco tiempo (consumo por atracón) ocasiona la pérdida de progenitores neuronales y deja al cerebro indefenso ante los problemas que surgirán en el futuro: un ictus, un Alzheimer.

Los riesgos inmediatos

El consumo de alcohol en un volumen alto, aunque no necesariamente muy elevado, en un tiempo reducido tiene como consecuencia más inmediata la casi total certeza de una importante borrachera. El cambio es sustancial, porque al beber mucho en poco tiempo los jóvenes no notan que se están emborrachando (el efecto es rápido, pero no inmediato) y, para cuando ya se están dando cuenta, han perdido el control.

A partir del momento en el que no pueden fijar recuerdos o pierden la conciencia, los riesgos son evidentes: robos, agresiones, peleas, grabaciones no consentidas que se pueden difundir…

Es buen momento para que los chicos reflexionen sobre los excesos que han visto demasiadas veces durante las vacaciones, en fiestas.

Los riesgos a medio plazo

El alcohol nunca resulta inocuo. Ni siquiera tomado en pequeñas cantidades. Lo que ocurre es que las consecuencias -más allá de una borrachera y su correspondiente resaca- no son evidentes desde el primer minuto. De hecho, el profesor Gonzalo Herradón experto en el estudio de las adicciones, lejos de lo que suele creer, el principal órgano afectado en gente joven no es el hígado, que se suele resentir más en los adultos, sino el cerebro.

“El consumo de alcohol daña áreas cerebrales, especialmente el hipocampo, clave para la memoria y el aprendizaje, un área muy plástica”, especialmente importante en personas que están estudiando. De modo que tiene consecuencias en la memoria y en el establecimiento de conexiones neuronales. “Cada vez que adquirimos conocimiento, nuestras neuronas crecen, hacen conexiones”. El alcohol ataca directamente esa capacidad para generar nuevas conexiones. Y muchos jóvenes no son conscientes de ello y se toman a la ligera las consecuencias a medio plazo.

Los peligrosos riesgos en la madurez y la vejez

El gran riesgo de esta forma abusiva de consumir alcohol se esconde en los “progenitores neuronales”. El profesor Herradón explica que representan un reservorio de células parecidas a las células madre que se convertirán en neuronas cuando haga falta, es decir, cuando se produzca algún daño neuronal significativo. Esos “progenitores neuronales” son los que se van convirtiendo en neuronas a medida que envejecemos. Es decir, están ahí para mitigar el daño cerebral. Son muy importantes, por ejemplo, en casos de ictus o de enfermedades neurodegenerativas.

Lo que la ciencia ya ha demostrado, añade Herradón, pero buena parte de la población no conoce, es que el alcohol va directo a por esas células y las mata. Es decir, a edades muy tempranas, está dejando al cerebro en una situación mucho más vulnerable frente a las enfermedades neurológicas que pueda padecer en el futuro.

Esta relación directa está ya demostrada en animales. Los jóvenes acostumbrados a este tipo de consumo aún no han llegado a su edad adulta. Pero en ratones de laboratorio ya se ha demostrado que en animales sometidos a consumo rápido y elevado de alcohol se desarrolla la patología de Alzheimer muy pronto en la edad adulta. “Ya hay datos preliminares que demuestran las consecuencias de consumir alcohol antes y en mayores cantidades”.

Mejor cero que una, pero mejor una que más

El consumo ideal de alcohol para cualquier persona, y muy en especial para adolescentes y jóvenes, es cero. Sin consumo de alcohol, no hay riesgos asociados. La mejor manera de conseguir el consumo cero es no empezar a consumir porque, como explica Gonzalo Herradón, nuestro consumo de alcohol es muy social, muy vinculado a determinadas situaciones. Si conseguimos asociar esas situaciones placenteras a no necesitar alcohol, hemos avanzado un enorme terreno.

Es lo que este experto define como el “condicionamiento preferencial al sitio”: como hay un recuerdo previo positivo respecto a una ocasión anterior en la que se consumió alcohol, el alcohol queda asociado en nuestro cerebro.

El ideal sería, si ya se ha producido un consumo excesivo, que se hubiera generado un “aversión al sitio”, es decir, un rechazo al alcohol por la mala experiencia posterior. Pero, aunque eso pase por la mente de quien se ha excedido, por desgracia, esa tendencia al consumo “social”, más aún en el consumo por atracón, hará que, previsiblemente se repita el comportamiento dañino.

Naturalmente, si se consume menos alcohol, aunque todo consumo sea malo, nuestros jóvenes estarán en menor riesgo que aquellos que frecuentemente se emborrachan, por eso es importante concienciarles de los riesgos a corto, medio y largo plazo. Si consumen algo de alcohol, es importante que aprendan a que sea el menor posible y responsable.

Via Hacer Familia

 

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