A veces no es fácil aceptar que necesitamos una mano porque creemos que podemos con todo.
Desde nuestro nacimiento estamos sometidos a una serie de estímulos que impactan directamente la constitución de nuestra personalidad. Estamos condicionados por nuestros padres, familiares, la clase social, la cultura, la religión, el país, entre otros. Estos agentes impactan en cómo sobrellevamos episodios de la vida cotidiana y la constitución final de la personalidad de un ser humano adulto. Lo que olvidamos es que parte importante de esta, es la etapa de “la niñez”, por consecuencia si nos enfrentamos a un adolescente rebelde no es más que el reflejo de un niño en conflicto.
¿Los problemas del padre son los problemas del hijo?
Para un padre es complejo asumir que los problemas de su hijo pueden deberse a sus acciones, y es egoísta como hijos excusarse en los errores parentales para cubrir sus faltas. Sin embargo se debe asumir, como adultos, que tener un hijo implica la responsabilidad de crear y criar a un nuevo ser que nos llega como una pizarra en blanco lista para ser usada.
Como padres representamos la primera figura de autoridad, pero también el ejemplo, por lo que si nuestro hogar está en conflicto, el niño creerá que esta situación es normal y su visión del mundo será más amenazadora. No pequemos en pensar que los hijos están preparados para lidiar con problemas parentales, ya que psicológicamente no es así; esto solo los llevará a sumergirse en un mundo complejo y difícil de entender. Acostumbrarse a un hogar amenazante hará que el niño responda en su defensa, con conductas violentas, depresivas o de riesgo, conflictos que lo afectarán en la adolescencia y eventualmente en su vida adulta.
Siempre es bueno buscar una mano
Es por ello, que como familia debe existir un apoyo en aquellos elementos que son considerados factores protectores. Uno de los más importante para afrontar situaciones.de riesgo en niños, niñas, adolescentes y familia, es el acompañamiento psicológico. Este permite establecer un espacio neutro que invita a los involucrados a expresar su emocionalidad, a fin de adquirir herramientas que le permitan sanar y mejorar las relaciones familiares y personales. Es común pensar que la asistencia a terapia es solo para personas que padecen problemas mentales, y no que puede ser un apoyo profesional sobre procesos y elementos que no conocemos o que no sabemos cómo manejarlos para conseguir resultados exitosos, pero resultan necesario para atacar los problemas que afectan a la familia, con el fin de mantener su armonía.
El proceso de guía y apoyo a las figuras parentales en los métodos normales de crianza, ayudan a los padres a comprender lo que sucede en el pensamiento de sus hijos y cómo pueden volverse aliados en su crecimiento tanto emocional como espiritual. No se espera que se conviertan en “amigos” de sus hijos, de esos ya tienen muchos, pero solo los tienen a ustedes como padres. Así que el trabajo es ser su aliado, su protector y su guía, estando pendiente de cómo piensa o qué le sucede, sin perder los espacios de comunicación.
Afianzar nuestro ser de forma integral
Así, durante el proceso de trabajo terapéutico se afianzarán no solo las relaciones familiares, sino otros pilares de igual importancia para la familia, como lo es el acompañamiento espiritual. Este permitirá a través de la fe y la paz del alma encontrar calma y caminos de esperanza ante los conflictos que no comprendemos pero que tienen solución cuando obramos de forma correcta. Para esto es necesario romper con las creencias y obstáculos que nos impiden avanzar, porque el resultado que obtendrás te ayudará a ser feliz y hacer feliz a los que quieres. El cambio empieza por nosotros, por nuestro interior, y asumir que no todo está bien, es el primer paso.
Todos..los..rompecabezas tienen solución, y aunque tengamos todas las piezas, sino conocemos la imagen a revolver tardaremos más en terminarlo. Busca a quien conoce la imagen y la solución llegará más rápido.
Por: Psc. Sofía Barahona Ubeda
Centro Pedagógico Kentenich