El matrimonio católico es un matrimonio natural. Te invitamos a conocer sus principales características.
La Iglesia católica confiesa que el matrimonio válido, si es sacramental y consumado, es radicalmente indisoluble y, por tanto, nadie lo puede romper. Esta no es una afirmación caprichosa, porque su fundamento está en la propia naturaleza del amor conyugal.
Hay una forma de relación que se diferencia de las demás y que surge de un amor especial, una relación que es la culminación de un camino que se inicia cuando un varón y una mujer se enamoran y descubren que la existencia del otro hace su vida mejor.
Como saben los enamorados, encontrar a la persona amada es elegirla, preferirla entre todas las personas del mundo; descubrir que la vida es mejor cuando la persona amada forma parte de ella y querer compartir todos los días de la vida. Amar al otro en toda su persona supone pasar de una atracción inicial por los aspectos positivos a quererle en toda su totalidad, con sus virtudes y sus defectos.
El amor de una pareja, cuando es verdadero, se experimenta con unas características que todo enamorado vive:
- Es un amor de elección, de preferir a esta persona entre todas (no de renuncia).
- Un amor que saca de ambos lo mejor, fecundo;
- La vida es mejor cuando la persona amada forma parte de ella y, por eso, es un amor que pide la unión para compartir la vida y que se manifiesta también en el deseo de unión de los cuerpos como expresión de la donación total: te doy mi cuerpo porque te doy toda mi persona, y recibo con alegría y gratitud tu cuerpo, tu persona, y todas las consecuencias que surjan de esta unión.
El matrimonio natural
Estas son, precisamente, las características de la unión matrimonial natural:
- Definitivo (queremos compartir toda la vida).
- Fiel (nos elegimos y entregamos mutuamente de modo exclusivo todos los días de la vida),
fecundo (este amor nos da vida, y también a otros). - Y se expresa a través de la entrega en un acto sexual con dos dimensiones inseparables: manifestarse el amor (unitiva) y abrirse a recibir como un don la vida que nace del mutuo amor (generativa).
Dimensión unitiva y generativa son dos caras de la misma moneda
La corporeidad sexuada ‘es no solo fuente de fecundidad y procreación», sino que posee «la capacidad de expresar el amor: ese amor precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don» (Amoris Laetitia, n. 121).
Cuando dos enamorados deciden que ese amor que viven no quieren que sea pasajero sino definitivo, esta forma definitiva de vivir el amor se llama matrimonio. Casarse es un acto de libertad, una elección de amor de una persona y de la forma de vivir la unión de amor con ella: hay otros tipos de unión para vivir un amor parecido, pero no igual que el amor conyugal que es un amor total y lleva a una entrega también total.
Por tanto, si los contrayentes deciden contraer verdadero matrimonio, lo eligen con su estructura natural, con sus elementos y propiedades esenciales, unidad e indisolubilidad, y con sus fines: el bien de los cónyuges y la fecundidad de su unión. Características que nacen del amor, constituyen la unión matrimonial natural y la diferencian de otro tipo de uniones.
Matrimonio católico
En el sacramento del matrimonio es esta misma realidad natural del matrimonio (el matrimonio natural), el que ha sido elevado a la dignidad de sacramento entre bautizados. No es «otro matrimonio», es el mismo —y único— matrimonio natural, en el que lo que caracteriza a todo matrimonio se ve reforzado por el sacramento.
La Iglesia Católica reconoce la estructura del verdadero amor entre varón y mujer, y la propone como la mejor manera de vivir ese amor. Y, como no lo inventa, no puede cambiar el concepto de matrimonio; tampoco es una cuestión confesional o que debería “adaptarse a los tiempos”. La Iglesia Católica propone el matrimonio como la forma más auténtica y verdadera de vivir una unión amorosa no por capricho, ni por imponer cargas: todo lo contrario, porque vivir así el amor es un camino de plenitud.
Escrito por: María Álvarez de las Asturias, vía Aleteia.
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