Hoy responderemos a una pregunta que en los últimos tiempos se ha vuelto muy frecuente: ¿Me conviene estar con alguien de otra religión?
Eres católica y tu mejor amiga, también. Un buen día, ella te cuenta que conoció un chico super bueno pero que no es católico, es de otra religión, exactamente musulmán y te pide consejo con relación a si debería considerar la posibilidad de empezar algo serio con él. ¿Qué consejo le darías?
Algunas reflexiones generales que considero podrían servir para evaluar cada caso, que es particular, aunque se repitan las normas generales:
Todo está permitido, pero no todo me conviene
Sobre la pregunta de tu mejor amiga, habría que tener en cuenta la distinción entre la capacidad de hacer algo y la conveniencia de lo que se haría; es decir, ¿es posible empezar una relación de enamorados con miras al matrimonio con una persona que no cree en Dios, que es mormón o musulmán? Se podría. ¿Me conviene casarme con un hombre de otra religión? En líneas generales, creo que no. Sin embargo, no hay que dejar de considerar los siguientes puntos que iremos desarrollando y tal vez se puedan encontrar salidas posibles.
“Filtro” básico: el chico católico
El querer buscar a una pareja dentro del grupo de los católicos me parece bastante sensato. Es lo natural si entendiste que quieres compartir todos los valores de la religión con la persona que amas y con quien pasarás el resto de tu vida y criarás a tus hijos. Sabes que si, por el contrario, no fuese católico —entre otras muchas cosas y riesgos—, no sería tan fácil.
Ahora bien, existen dos extremos que parten o empiezan a partir del mismo desorden y/o falencias que hay que tratar de evitar:
Extremo 1: “Si es católico, ahí es”
En primer lugar, como mencionaba líneas arriba, estoy de acuerdo con que se tome en cuenta el hecho de buscar a alguien dentro de quienes profesan la religión católica. Pero creo que un peligro común es que se idealice más de lo debido y/o se le den más licencias de las que se debería por esto. Un ejemplo para no marear: el líder del coro, con muchos años en la parroquia o movimiento, siempre disponible para las actividades que se organicen, rosarios, misiones, etc. Suena perfecto. Aunque también habría que preguntarse cómo está en los demás aspectos de su vida, cómo es su vida en cuanto a los estudios o trabajo, qué proyectos tiene, etc.
El problema sería que uno se quiera hacer el ciego y dejar de ver lo que no es tan bonito porque ya superó satisfactoriamente el requisito que para mí es más importante. No digo que no lo sea. Solo que hay más cosas que también lo son.
Extremo 2: “Que sea católico no es importante”
En segundo lugar, y como extremo contrario, es el haber llegado uno a convencerse —luego de no haber encontrado al chico digno que cumpla todas y cada una de tus expectativas— en la práctica de que el “filtro” mencionado no es realmente importante. No debemos caer en que “hay muchos chicos buenos que no son católicos —pero que podrían serlo eventualmente— y creen en otras religiones” o “los chicos católicos no necesariamente son tan buenos, al fin y al cabo”.
El detalle peligroso es que, los extremos, algo de verdad llevan. Hay que conocerse bien, examinarse, ser humilde con uno mismo y no adaptar los criterios a partir de las circunstancias que se vayan dando.
No están jugando a los enamoraditos
Ambas personas saben —se supone— que inician algo no para pasar el rato o para dejar de sentirse solos, sino que con expectativas o con posibilidades de casarse. No digo que se vaya a dar necesariamente, pero sí me refiero a que se lo tomen con la seriedad como si así fuera.
En ese sentido, dos personas convencidas de lo que creen y practican, saben que están empezando algo serio con alguien igual o más convencido de otras creencias y prácticas. Sin considerar qué tan dispuesta esté una u otra parte de qué y cómo, eventualmente chocarán o tendrán algún roce con el que habrá que llegar a algún acuerdo que pueda ir en perjuicio tuyo.
¿Qué tan fiel eres a Dios?
Estás convencido de que en la Iglesia Católica se encuentra la verdad completa —si no lo sabías, ahora lo sabes—. ¿Qué tan convencido estás? También ¿qué tan importante es esto para ti? ¿qué valor, peso o importancia juega esto en tu vida?
Esas preguntas se responderán en el “mejor” de los casos con qué tanto estés dispuesto a ceder en lo esencial a tu fe por algo que sabes que no lleva tu plenitud. Si aun sabiéndolo te dejes llevar, ya sea por evitar problemas o conflictos o por simple flojera, estamos en un problema.
En el “peor” de los casos, nunca estuviste tan convencido y dejaste de lado tu fe —siempre de a pequeños pasos y justificaciones unas más grandes que las anteriores— por otra que te contaron y te pareció más cómoda para el momento. Esto último no necesariamente siendo tan consciente en teoría, aunque sí terminando por realizar prácticas contrarias a la fe que uno tenía, argumentando que no tienen nada de malo, que no es tan grave o que se trata de manifestaciones artísticas no comprensibles para mentes que no conocen del tema.
Educar a los hijos según la ley de Cristo y de su Iglesia
Si piensan casarse, saben que van a tener que educar a los hijos bajo la religión católica. ¿Qué tan dispuestas están ambas partes?, ¿qué tan bueno o provechoso será para los hijos que uno de sus padres piense, crea y practique ciertas cosas y el otro, otras?, ¿por qué seguir las de uno y no las del otro —o una tercera o cuarta opción que vaya conociendo en el camino—?
Seguramente hay otras varias cosas a ser tomadas en cuenta, las que siempre deberán ser examinadas de acuerdo al caso particular con prudencia y humildad. Al final, no todo “te conviene”.
Escrito por: Daniel & Lenny, vía amafuerte.com
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