Para algunas personas San Valentín resulta un drama porque no tienen pareja. Para otras, es la oportunidad perfecta para ver el lado positivo de la vida.
Después de los veinte y pico el “te vas a quedar en la percha” -frase sacada de película de terror- suena más veces de las que quisieras oír. La presión social pretende acomodarte con el primer soltero disponible que tus amigos más cercanos o tus serviciales familiares logran alcanzar. Como estrategas se encarnan en cupido y parecen estar en una persecución o una pesca milagrosa, sobre todo, cuando hablan de la gran cantidad de peces en el mar que supuestamente están esperando por ti y tú estás dejando pasar.
Sabemos que sus intenciones son las mejores y que lo que realmente quieren es vernos felices; pero nosotras que todavía estamos solteras, tenemos algo muy importante que decirles.
Si no estamos acompañadas del “fantástico” príncipe azul es porque estamos conscientes de que aún no ha llegado la persona ni el momento indicado. Sí, sabemos que nuestra vocación es el matrimonio y que estamos llamadas a construir una familia; pero, no significa que es una ocasión para desesperarnos, sino para darnos el lujo de elegir con cautela y mucha seguridad a esa persona a la que vamos a amar por el resto de nuestras vidas. Sabemos que el amor verdadero no es un sentimiento, es una decisión. Más allá de querer, es querer querer. Todos los días. Para siempre. No es algo para tomar a la ligera.
Estamos solteras y aplaudimos el amor porque todavía tenemos la dicha de esperar.
La soltería no es lo mismo que la soledad; por lo tanto, ser soltera no significa estar sola. En el amor es donde está la felicidad y por eso nuestra responsabilidad es ser felices, disfrutar de grandiosas amistades, del trabajo, del aprendizaje y de cada experiencia inolvidable que la vida nos va regalando. Debemos aprovechar la libertad de conocer, hablar y reír con personas diferentes en cada reunión o salida. Sentirnos orgullosas de estar construyendo una mejor versión de nosotras mismas día a día.
El estar solteras no puede hacernos sentir más o menos que las demás. No debe afectar nuestra autoestima y ni mucho menos pensar que existe algo malo dentro de nosotras. Por el contrario, el estar solteras nos abre las puertas a una infinidad de oportunidades y sueños que, de hecho, pueden llegar a ser abrumadoramente encantadores. Incluso, cuando vemos en películas o historias de amor en la vida real que parecen fantasía, debemos sentirnos en paz. Ese sentimiento, que un amigo denominó “la dicha de esperar”, proviene de la confianza en los designios y los planes divinos, que son mucho más acertados y convenientes de los que nosotras mismas podríamos proponer.
En el plan y el tiempo perfecto, puede que no llegue todavía el momento de caminar de la mano de alguien más; pero de seguro ya hay una ruta que se ha ido recorriendo, superando obstáculos y dejando huellas. Más nos vale que ese sea un sendero que nos permita encontrar la felicidad plena, de esa que solo se descubre en lo esencial y en lo que realmente vale la pena. Así que sí, es posible que sigamos “en la percha”, pero nos encontraremos con esa persona que ya fue pensada para nosotras desde un principio.
Estamos solteras y celebramos con gusto y entusiasmo el 14 de febrero. Aplaudimos el amor y todo lo que éste comprende. San Valentín es una celebración que nos incluye a todos, sin distinción de edad, estado civil o situación sentimental.
Por Paola Gómez Behr