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Si hay algo que me gusta hacer en familia es ver cine. Mantitas, palomitas de maíz, cojines, luces apagadas y a disfrutar.

Hay un previo que no debo desdeñar y que no sé si sólo pasa en mi casa. Aquí somos cinco. Tenemos un hijo de seis años, otra de 10, otro de 13 y nosotros, los padres de las criaturas. Ya se pueden imaginar los instantes que anteceden al visionado. Cada uno tiene una propuesta y, normalmente, alguien siempre se enfada si no se acepta su propuesta.

El pequeño siempre apuesta por algo de dibujos o, como muchos, alguna comedia en la que salgan niños, animales y donde haya alguna divertida aventura que nos provoque unas risas. La niña todavía apuesta por alguna de dibujos y, si no puede ser, comedia romántica donde una chica guapa y un chico igual de guapo se enamoren, se gusten, y tengan que pasar por alguna desventura hasta el beso final. El mayor ya va a la saga de Star Wars, el Señor de los Anillos, Harry Potter, Misión Imposible, James Bond o alguna de caballeros, caballos, castillos, buenos y malos. Y entre todo este debate democrático, la mamá y el papá, hemos ido aprendiendo a imponer nuestra voluntad los fines de semana. Ellos ya eligen entre semana, así que ya tienen suficiente. Protestas. Quejas. Pero las apuestas siempre han gustado al final.

 Enseñanzas detrás de las pelis

Ensanchar la mirada en el cine en ensancharla en la vida. No siempre podemos optar por lo que únicamente nos entretiene sin dificultad ni esfuerzo por nuestra parte. No siempre hay comedia, ni risa, ni niños, ni diálogos flojos, ni final rosa. Así que vamos metiendo poco a poco películas, aptas para todos, pero que aporten muchos más: diálogo, debate, fotografía, buena interpretación. Las quejas del pre se convierten en aplausos con el “THE END”.

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En casa hemos ido descubriendo que el cine es una gran herramienta para hablar en familia situaciones que, de otro modo, quedarían a veces forzadas en las conversaciones. Valores, amistades, lealtades, aspiraciones, errores, poder, dinero, fidelidad, pareja, matrimonio, divorcio, violencia, Dios, humanidad, compasión, perdón, sueños. Todo sale en el buen cine. Cada personaje, cada palabra, cada escena, cada lugar, es parte de nosotros, de nuestra propia vida.

Estoy orgulloso de esa sana oscuridad frente al televisor, con cinco gargantas emocionadas y cinco pechos encogidos, con ojos empeñados de lágrimas y músculos tensos tantas veces. Orgulloso de compartir ese rato mágico de escuchar historias a través de la gran pantalla. Orgulloso y agradecido.

Una vez más, las cosas no son buenas o malas en sí mismas. Es el uso lo que las hace valiosas o despreciables. Nuestra tele, que tantas veces apago para evitar el exceso, se convierte en un espacio maravilloso de familia los viernes y los sábados. Y es genial.

 

Vía: Aleteia.org

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