¿Cómo perdonar aquello que es tan doloroso para mí? ¿Cómo olvidar el mal recibido? ¿Es posible perdonarlo todo?
¡Cuánto nos cuesta perdonar! El dolor de una herida recibida puede permanecer largo tiempo. Nuestra vida de cristianos nos enseña a amar y a perdonar y todos los días este se convierte en un ejercicio constante de desprendimiento y confianza en Dios. No podemos perdonar a otros si primero no nos perdonamos a nosotros mismos.
Humildad
Quizá olvidas que tú también has sido sujeto de perdón para otros. Que has fallado en múltiples ocasiones, que has defraudado a muchos y traicionado a otros más. Además, ¡Dios te ha perdonado mucho! Dentro de la humildad está el reconocerse pecador, pero no sólo a sí mismo, sino frente a Dios. El sacramento de la confesión siempre te ayudará a valorar el perdón, te enseñará a perdonar. La humildad de reconocerte pecador, de reconocerlo ante Dios, es el inicio del camino hacia el perdón. ¿Estás dispuesto a recorrerlo? Busca siempre el camino seguro de la humildad.
Abre el corazón al amor
«Donde está tu tesoro allí estará también tu corazón» (Mateo 6, 21). Ahora bien, ¿qué hay en tu corazón? ¿Qué tesoros tienes allí? ¿Qué cosas guardas en lo profundo de tu interior? Quizá sea el amor a tí mismo, el egocentrismo, el pensar solo en tus cosas. Esta actitud cierra tu corazón a los demás, tu corazón está hecho para recibir el amor de Dios y para amar a los demás. Abrir tu corazón al amor significa dejar que venga Dios y lo sane, que lo restaure, que lo purifique.
Purifica tu memoria
Por lo general solemos guardar aquello que es importante o que ha tenido un impacto profundo interiormente; puede ser una emoción, una situación extrema o una experiencia traumante. A veces se vuelve más fácil guardar las cosas negativas, los problemas no superados, las malas experiencias, las traiciones, los dolores y las ofensas. Pero, ¿cómo purificar tu memoria a veces plagada de situaciones negativas? Precisamente con el efecto contrario: recordar las cosas buenas de la vida, la belleza de la creación, las conversaciones entre amigos, los momentos familiares, un buen paseo por el parque, etc. Purificar la memoria es un proceso lento pero que da fruto cuando el corazón sabe valorar aquello que es importante.
Evalúa tu propia vida
Hacer una evaluación de tu vida, ver cómo vas, qué necesitas, hacia dónde te diriges. Es como ir al médico a realizarse un análisis general. Así también debes hacerlo con tu otra mitad, el alma. Ver cómo vas en la vida, si lo estás haciendo bien, si tus decisiones te traen paz o más tormentos. Sólo así podrás ser capaz de percibir lo que cotidianamente no percibes. Frena el ritmo de tu vida durante media hora para examinarte interiormente, quizá a mediodía o por la noche.
Da un paso, avanza
Este es uno de los puntos más difíciles. Significa avanzar, hacer algo más, moverse, actuar. Significa ir, caminar, acercarte al otro, hacerle notar tu presencia, que sienta tu cercanía a pesar de haberte ofendido. Es decirle al otro sin palabras: «aquí estoy, creíste que te daría la espalda pero no soy así. Quiero perdonarte, pero no sé cómo. Ayúdame a hacerlo». ¡Difícil pero posible! El perdón es cosa de dos: uno que perdona y otro que es perdonado, una intención mutua de cambio, de querer arreglar las cosas y mejorar la situación. En el perdón se da y se recibe. Pero para eso hay que dar un paso adelante, avanzar.
Vía: CatholicLink