Hace muchos años era una enfermedad que solo padecían adultos, hoy en día se presenta con mayor incidencia en niños.
La obesidad infantil es una enfermedad crónica no transmisible que afecta tanto a niños como a adolescentes, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) publicada entre 2014 y 2015, informa que en Ecuador el 29,9% de niños entre 5 y 11 años tienen sobrepeso y obesidad.
Los factores de riesgo en la obesidad infantil ocurren principalmente por un estilo de vida poco saludable, que combinan una serie de malos hábitos, entre ellos:
- Alimentación alta en comidas procesadas, grasas trans, azúcar, carbohidratos simples y bebidas azucaradas como gaseosas o jugos son causantes de obesidad.
- El sedentarismo o falta de actividad física es perjudicial. Los padres deben tener un control en el tiempo de las actividades como ver televisión, jugar videojuegos, uso de tecnologías, estimando un tiempo prudente para estas.
- Factores psicológicos, la obesidad puede provocar baja autoestima, depresión y aislamiento social debido a como se ven, generando mucho estrés. Es importante como padres conversar para descartar algún tipo de alteración de la imagen corporal como anorexia o bulimia.
- Factor socioeconómico, un rol importante en ciertas comunidades que tienen recursos y acceso limitado a determinados alimentos, por lo que suelen elegir alimentos procesados ricos en harinas refinadas como panes, fideos, dulces y galletas.
- El factor genético, en esta enfermedad es significativo, pero no necesariamente sentencia a un niño a padecerla, ya que con un buen estilo de vida puede prevenirse. La mejor forma es con voluntad y una buena educación nutricional para toda la familia.
Complicaciones
Entre las principales complicaciones físicas están ciertas enfermedades crónicas como: diabetes mellitus tipo 2, dislipidemia, síndrome metabólico, hipertensión arterial, asma, trastornos del sueño, hígado graso, resistencia a la insulina, inflamación crónica y disbiosis intestinal. Además de otras consecuencias emocionales como problemas de aprendizaje, depresión, introversión (rechazo social) y cambios en la autoimagen, los cuales en conjunto pueden provocar en el niño la necesidad de comer emocionalmente para aliviar sus sentimientos negativos.
Prevención
- La mejor prevención es la educación nutricional, por lo que es fundamental contar con la guía de un buen profesional para toda la familia.
- Como padres seamos ejemplo de los buenos hábitos. Consideren la buena alimentación y el ejercicio como prioridad y actúen con conciencia de que son quienes tienen el poder de elegir lo que sus hijos comerán para conseguir salud o enfermedad.
Motivemos a los niños a realizar actividad física (fútbol, tenis, básquet, volley, nadar, artes marciales o andar en bicicleta) formando desde pequeños el hábito del ejercicio como herramienta indispensable para una buena salud.
- Fomentemos el hábito de beber más agua y menos jugos o gaseosas. El consumo máximo de azúcar para un niño debe ser de 19 gramos diarios, es decir, aproximadamente cuatro cucharadas cafeteras.
- Evitemos tener en casa alimentos procesados y ricos en calorías vacías, optemos por comprar alimentos saludables como frutas, vegetales, granos enteros, cereales integrales y tubérculos.
- No comamos y realicemos otras tareas al mismo tiempo, ya que esto altera el mecanismo de hambre y saciedad en el cerebro.
Para inculcar a los niños hábitos saludables es necesario enseñarles sobre la importancia del ejercicio y los alimentos que ingieren, involucrarlos en las preparaciones y las compras, sin crear en ellos fobias alimentarias o restricciones. Si nos lo proponemos, no solo nuestros hijos serán más saludables, sino también toda la familia llevará una mejor calidad de vida.
Por Lcda. Melissa Coto
Nutricionista y dietista
@nutrimelicoto