“María del Carmen, por favor ayúdanos con el tema: ¿cómo decirle a un niño sobre la muerte de un familiar?, ¿podrías?” Leo el texto, me quedo pensando y concluyo: “¡Claro!, mi papá falleció en diciembre, me tocó darle a mi hijo esa noticia. Además él ya vivió ese detalle, su abuelo paterno murió cuando él tenía 7, así que bueno, unir mi historia y lo que dice el saber que ayuda a adaptarse y manejar los afectos, no será difícil”. Y no, no lo es, así que les comparto mis sugerencias puntuales para ayudar a los más chicos de la casa con esta noticia.
Mamá, papá o quien cumpla este rol para el niño debe tener claro que la manera en la que le comunique la noticia será la manera en la que el niño reaccionará. Por lo tanto, el adulto debe saber qué concepto de muerte le va a dar. Una noticia como ésta tiene dos caras: la ausencia de quien falleció y el concepto de lo que es la muerte.
Es muy importante brindarle al niño un concepto que le permita sentir calma. Para esto es útil ofrecerle un sostén espiritual que le permita ver la muerte como parte del ciclo de la vida, no como un fin. Esto le da calma.
Dependiendo de la edad, no menos de 5 o 7 años, y según la madurez del niño, hay que permitirle participar en el velorio y/o entierro. Esto le permite tener el acto de la despedida física, comprendiendo que se despide al cuerpo. Es importante explicarles que el cuerpo se quedará en la caja, pero que ahí ya no está la esencia, el alma de quien falleció.
Si para nosotros el concepto es claro y el dolor es llevadero, para ellos también lo será.
Si es pequeño o si se considera que no está listo para el velorio es importante prepararlo para decirle que la persona fallecida ha comenzado un viaje y que no regresará. El pensamiento fantasioso es nuestro mejor aliado para ofrecerle al niño la creencia de que la persona que ha muerto se va dejándonos en el corazón las experiencias vividas y el amor entregado. Esos elementos que son palpables para el niño, le hacen estar tranquilo, pero si el caso es que el adulto no los cree, se debe buscar elementos que le den sostén al niño.
Se puede también llevar al niño a la tumba de la persona luego del entierro, de tal manera que el pequeño sepa que el cuerpo está ahí, pero que la esencia o el amor de la persona está en nosotros.
Permitir el llanto cada vez que aparezca, mientras más veces llore el niño más rápido elaborará la pena, considerando que no olvidará el suceso, pero sí podrá recordarlo como parte de la vida y no como el fin de la misma. También puede pasar que el niño esté molesto y su coraje no le permita llorar. En ese caso se debe respetar el malestar del niño y guiarlo a conectarse con la pena de no verlo más y no con el coraje de haber perdido al ser querido.
Luego de la muerte de nuestro ser querido es importante tener claro que el niño lo recordará e incluso puede llegar a reclamar que haya partido. Cuando esto suceda se debe escucharlo y darle respuesta a lo que pregunte o repetir la versión que se le dio inicialmente, así hasta que el pequeño haya elaborado su propio concepto de la muerte. La tarea no es fácil; pero si para nosotros el concepto es claro y el dolor es llevadero, para ellos también lo será.
Por Ma. del Carmen Rodrigo
Psicóloga Clínica
mariadelcarmenrodrigoh@gmail.com