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En los primeros meses de vida los más pequeños tienen un ritmo de sueño-vigilia distinto al de los adultos; con el tiempo, la situación mejora: pero hay algunos errores que no hay que cometer.

Vemos como al inicio de su vida el pequeño no conoce la diferencia entre día y noche. Su ritmo es independiente del ambiente y la alternancia luz-oscuridad, pero está regulado sobre todo por sus necesidades internas primarias como el hambre y la sed.

Los papás deben adaptar los propios ritmos a los del pequeño. En los primeros 4 meses el ritmo de la madre debe coincidir con el del hijo y es necesario que sea apoyada y ayudada por el papá y/o por otros miembros de la familia. Después de este periodo, el niño se adapta gradualmente a los ritmos externos. Instaurar hábitos regulares lo ayuda a sincronizar el propio ritmo con el del ambiente y a concentrar el sueño en las horas nocturnas: es una etapa fundamental en el desarrollo del niño.

Errores a evitar

Es importante conocer los posibles errores que pueden comprometer el objetivo de alcanzar un desarrollo normal del sueño. El más común es poner el niño en la cama ya dormido. Es importante en cambio arrullar al niño en su cuarto evitando hacerlo en los brazos y en otros lugares para luego ponerlo en la cama.

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El ambiente donde duerme el niño debe ser tranquilo, el más silencioso posible y poco iluminado. Antes del sueño, es bueno evitar actividades y juegos demasiado estimulantes. Es preferible actividades relajantes como leer un cuento y crear un ritual para adormecerlo.

La temperatura del cuarto debe mantenerse a un nivel cómodo (alrededor de los 20ºC). Temperaturas demasiado elevadas trastornan el sueño y el niño no debe estar nunca demasiado tapado. Si el niño llora y si no es suficiente calmarlo a distancia con la voz, es necesario echar un vistazo pero sin llenarlo de atenciones e interacción. Basta calmarlo con un pequeño masaje, si es posible sin encender la luz y en voz baja.

Una noche agitada: pesadillas y despertares repentinos

Trastornos más frecuentes:

  • Dificultad de iniciar y mantener el sueño
  • Múltiples despertares nocturnos

Estos trastornos deben ser enfrentados y resueltos. Las técnicas de comportamiento consisten en hacer que el niño aprenda la manera de dormirse autónomamente: son las más eficaces, pero pueden ser muy frustrantes para los papás.

Además, es un error pensar que las técnicas basadas en la extinción gradual como por ejemplo, dejar llorar al niño según un esquema de tiempos de espera planificado, sean perjudiciales porque van contra del instinto parental.

Los niños deben acostumbrarse a su entorno, a dormir en su habitación y disfrutarlo, esto siempre con la ayuda de sus padres.

 

Vía: Aleteia.org

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