Deseamos que les sean de gran ayuda estos 10 consejos para enfrentar el tráfico sin perder la cabeza y la paz interior. ¡Lee y comparte!
Hace mucho tiempo bromeaba diciendo que escribiría un libro sobre este tema. Ahora tomé la decisión de hacer una reflexión, no un libro, y dar unos consejos acerca de cómo manejar sin perder la gracia de Dios.
Lo hago, porque, donde me ha tocado vivir (Lima, Perú), he tenido que movilizarme mucho en auto o en transporte público, y no ha sido fácil.
Espero que estos consejos ayuden a aquellos que por diversas razones tienen que movilizarse en ciudades grandes, donde el transito no tiene el orden y respeto que debería tener.
Estos consejos, los pensé y luego los escribí para mí, buscando que sean una ayuda en mi crecimiento espiritual diario. Sé que no es fácil, porque podríamos decir que la manera de manejar en ciudades como Lima, pone a prueba hasta al ser humano más
virtuoso.
Conducir bajo la presión de un tráfico pesado puede ser una pesadilla
Alguno pensará que exagero, pero creo que no es así. En algunas ciudades de Latinoamérica, las reglas de tránsito parecen sugerencias. No hay norma o regla que quede en pie ante el interés personal.
Todo cartel que nos dé alguna indicación para nuestro bien y el de los demás, es puesto en tela de juicio, y será superado por una necesidad personal.
El poco sentido común de algunos conductores y otras cosas que solo Dios sabe. Por eso no te sorprendas si bajo un cartel de «no estacionar», te encuentras una larga fila de autos estacionados.
O por ejemplo, la luz roja, no siempre significa que uno tiene que detenerse, todo depende de «que tan apurado esté el conductor».
Otro ejemplo claro es el signo de PARE, que me llevó a buscar el significado en el diccionario. Porque aquí (en Lima) parece que tal palabra no significa lo que dice el Diccionario de la Real Academia. Lo mismo ocurre con el respeto al peatón y los cruces peatonales.
Quizás el pensamiento que nos viene es que tenemos una tarea titánica, ¡pero no desfallezcamos! Para ello sugiero un pasaje de la Sagrada Escritura que nos va acompañar en toda nuestra reflexión y que nos puede ayudar en nuestra vida cotidiana:
«En lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres. No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con el bien» ( Romanos 12,18.21).
Valiosos consejos
Ten presente estos consejos que te ayudarán a manejarte ante el tráfico pesado:
Recuerda que todos somos seres humanos
Esto lo digo para recordar nuestra grandeza y nuestra flaqueza. Somos creados por Dios buenos, a su imagen y semejanza. Somos capaces de hacer cosas grandes y bellas, pero también capaces de hacer cosas malas.
Y el hecho de que algunas veces hagamos cosas malas, no quiere decir que seamos «malos». Por eso nos ayudará ver a quien va en el otro carro, a una persona, como tú y como yo.
Con anhelos, deseos, con una familia, que es amado, querido, que tiene virtudes y defectos. Y que lo que realiza al estar detrás del volante, seguro no es lo único que lo define como persona, el también es hijo de Dios.
Lucha contra el egoísmo (cuesta pero se puede)
Creo que uno de los grandes problemas cuando manejamos es el egoísmo. Esto es pensar solo en mí y olvidarme de la repercusión de mis acciones sobre el otro.
Recordemos que por la ciudad nos movilizamos miles de personas, y todos tenemos distintas necesidades. Por eso las reglas de transito nos ayudan, para que en medio de esa gran diversidad, exista una normativa común para todos que dé un orden y así
poder vivir en armonía.
Cuando manejemos, no solo pensemos en nuestras necesidades o intereses, sino también en aquellos que me rodean y que también desean que las cosas caminen de manera correcta.
Saber que el bien común repercute sobre el bien individual es fundamental a la hora de conducir.
Te lo dice todo el mundo, pero es verdad… llénate de paciencia
Cuando estoy a punto de perder la paciencia ante una acción poco atinada de otro conductor, me sirve mucho recordar cuántas veces Dios, o alguien más, ha sido paciente con mis defectos o errores.
Antes de reaccionar, podemos pensar cuántas veces Dios me ha perdonado y me seguirá perdonando. Eso me podría ayudar a tener una mirada distinta ante esa situación concreta, que quizás está a punto de hacerme explotar.
De este modo lograré poner un freno a la ira que me quitará la paz interior.
Haz el bien sin mirar a quién… sí, cede el paso aunque te duela
Todos anhelamos hacer el bien. Y cuando conducimos, también tenemos la oportunidad de sembrar el bien sin mirar a quién.
Quizás podría proponerme hacer una o varias acciones buenas mientras conduzco. No solo algo que debo hacer, sino también un acto de generosidad, de renuncia en bien de otro, como por ejemplo… darle el pase alguien.
Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti
Esto se aplica para todo en la vida, y por lo tanto también para conducir. Pensar y reflexionar, ¿nos gustaría que se estacionaran en la puerta de nuestra casa y cuando lleguemos no podamos entrar a nuestro garaje?
Ponerse en los zapatos del otro, como se dice popularmente, o como se dice ahora ser empático. Piensa si te gustaría que te hicieran eso a ti.
Tengamos presente que esa acción, movida por diferentes motivos (incluso alguno válido), va a perjudicar a otro y es obvio que no nos gustaría que lo hicieran con nosotros.
Huye del deseo de venganza (cuando estás al volante y cuando no)
Como decía el chavo del ocho: «La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena». Huye de ese deseo de venganza que brota cuando eres víctimas de una acción que puede sacarte de quicio.
Recuerda que ese deseo o sentimiento es muy fuerte, y al primero que hace daño es a ti. Cuando nos embarga ese sentimiento, solemos nublar nuestra inteligencia y por lo tanto, actuar más por el impulso que por la razón.
Podríamos cometer una locura de la cual nos arrepintamos mucho. No encendamos una chispa que luego se convierta en un incendio.
Por eso, respirar profundo, recuerda que debemos vencer al mal con el bien, y hasta quizás rezar un Padre nuestro, recordando eso de: «Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden».
Ten un gesto de caridad, nadie disfruta estar sumergido en el tráfico
«Una gota de agua orada la piedra, no por la fuerza sino por la constancia».
Me valgo de este dicho porque un gesto bueno, de amabilidad por más que parezca poca cosa en medio de la jungla del trafico de las ciudades grandes y caóticas, puede ser como una flor que crece en medio del pavimento.
Sembrar algo positivo en el otro, siempre dará frutos, venceremos al odio con el amor. Recuerda esta oración: «Señor hazme un instrumento de tu paz, donde haya odio ponga yo amor».
Quizás ese gesto dejará un sentimiento positivo en el otro y lo motivará a imitarlo.
Aprende a pedir perdón… en voz alta o con algún gesto
Todos nos equivocamos, así que también lo más probable es que cuando manejemos nos equivoquemos, o que quizás por alguna razón cometamos una imprudencia.
Ante esto pedir perdón, hacer un gesto que indique que nos dimos cuenta que hicimos mal y lo reconocemos, puede ayudar mucho.
Además, nos ayuda a crecer en humildad y comprensión de la fragilidad humana, y no creer que nosotros somos invencibles o que nunca nos equivocamos.
De esta manera podemos dejar la mirada justiciera (que es una tentación) y pasar a la mirada misericordiosa.
Trata de corregir el error de tu hermano (como un acto de caridad)
Esta es una obra de misericordia, y quizás podríamos ponerla en práctica. Es bueno precisar, si lo permite la situación y de manera calmada.
De lo contrario podría ser que, en vez de corregir con caridad, busque humillar o hacerle ver de mala manera al otro el error que ha cometido… y eso no ayudará.
Un comentario positivo y en buenos términos, normalmente es bien acogido. Sé que no es fácil, y creo que para llegar a esto antes hemos debido afianzar alguna otra virtud, pero podemos esforzarnos por ponerlo en práctica.
Pídele al Espíritu Santo el don de la fortaleza y paz
La fortaleza es un don del Espíritu Santo, cuando manejamos en medio del caos, también podemos pedirla. Este don espiritual, me permite sobrellevar con coraje los obstáculos que se opongan a mi salvación.
Es pedir fortaleza, para poder hacer el bien, la fuerza espiritual, para no reaccionar violentamente, para no caer en devolver mal por mal y para ser más paciente.
Todo esto lo lograremos con la ayuda de Dios. Espero que los consejos que compartí aquí nos ayuden a todos, y que cuando nos encontremos en algún momento por la calle, manejando, sea viviendo alguna de estas virtudes.
Escrito por: Padre Enrique Granados, vía Catholic-Link.
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