Padre: conozco gente católica que acude a mediums o a personas que leen las cartas, tabaco, chocolate, etc. ¿Esto puede dar paso a posesiones? ¿Qué peligro corre esta persona? Mónica de Rodriguez
El primer mandamiento es aquel que nos dice que el amor a Dios está sobre todo, y de ahí se desprende el confiar en Él. No solo se trata de amar a Dios, sino de confiar en sus palabras y Jesús lo dice con claridad: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.” (Jn 15,14). El amor que se hace concreto en la escucha y seguimiento de sus enseñanzas, nos llevará a caminar con la seguridad puesta en nuestro Padre. Por lo tanto, quien recurre a esos actos supersticiosos o de adivinación, mediums, esoterismo, etc., está dejando de confiar totalmente en Dios y está poniendo su confianza en estas personas, que dicen tener el poder de saber el futuro u otras cosas. Eso es no tener fe, y no tener esperanza en el poder salvador de Dios, y buscar querer saber lo que solo Él sabe.
El Maligno, cuyo objetivo es alejarnos de Dios y que perdemos la esperanza, se puede valer de estas personas para lograr su objetivo.
Nosotros los cristianos, no necesitamos de la lectura de las cartas para ser santos, ni para ser fieles a las enseñanzas del Señor Jesús, lo que necesitamos es esforzarnos por cooperar con la gracia que Dios derrama abundantemente sobre nosotros, por medio de su Iglesia.
¿A quién invocan estas personas para saber el futuro que solo Dios conoce?, o, ¿es que ellos son capaces de ver en lo secreto del corazón, que es donde Dios ve?, ¿es un don recibido de Dios?, ¿es que acaso los santos, que son las personas más cercanas a Dios y en quienes el Espíritu Santo habita con mayor fuerza, tenían una oficina donde atendían consultas para “poner al ser amado a tus pies” o para decirte el futuro? No, ¿verdad? O quizás ¿has visto a los sacerdotes, llamados por Dios a ser los administradores de la gracia, tener un negocio de “revelación del futuro”? Tampoco, ¿verdad?
Así que, esto debe llevarte a pensar que esas personas, por más que estén llenas de medallitas del Sagrado Corazón o de imágenes religiosas, no están con Dios. Son lobos disfrazados de ovejas, que buscan engañar y alejarte de la confianza total que has de tener en el plan de Dios. Son aquellos de los cuales dice la Escritura: “Él dijo: Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: “Yo soy” y “el tiempo está cerca”. No les sigáis.”(Lc 21,8).
Si bien Dios puede revelar algunas cosas a sus santos y profetas, no podemos perder de vista que la actitud cristiana justa es la de entregarse con confianza en las manos de la providencia Divina, y no ir detrás de algunas de esas personas que están engañando, diciendo que son “mediums”. En algunos casos, las personas por su desesperación dejan de confiar en Dios y dan el paso a confiar en estos que “pescan en río revuelto”, y se aprovechan de las circunstancias para llevar a los confundidos, a sus negocios de adivinación. Por último, si no invocan a Dios, entonces ¿a quién invocan? Si no están con Dios ¿con quién están? Si Dios no les ha dado esa potestad, entonces ¿quién se las ha dado? Porque las gracias vienen de Dios por medio de la Iglesia y es Dios quien da a cada uno, no por mérito propio sino por pura benevolencia, y es la Iglesia fundada por Cristo quien aprueba un determinado don o carisma. El mentiroso por naturaleza, es aquel que busca disfrazarse bajo apariencia de luz, para engañar y llevar hacia el mal.
San Pablo decía: “Jesucristo Señor nuestro, por quien recibimos la gracia y el apostolado, para predicar la obediencia de la fe, la gloria de su nombre…” (Rm 1,5). Por lo tanto, queda claro que todo don sobrenatural viene de Dios, para mayor gloria de Dios. No hay nada de cristiano en estas prácticas y hay mucho que se pone en riesgo y peligro. El Maligno, cuyo objetivo es alejarnos de Dios y que perdamos la esperanza, se puede valer de estas personas para lograr su objetivo. Así que, al iniciar el año, lo que necesitas es ir ante el Señor, hacer un buen retiro espiritual, hacer un examen de conciencia profundo, y hacer una confesión bien hecha que te permitirá ver qué es lo que te ayuda a permanecer en Dios y qué no. Recuerda: “El que permanece en mí, y yo en él, ese da mucho fruto” (Jn 15,5)
¡Un feliz año junto a Dios!
Por Padre Enrique Granados
Sodalicio de Vida Cristiana
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