La situación actual mundial con la Covid-19 nos reenvía a la eterna pregunta: ¿por qué Dios no ha impedido que sucediera todo esto?
La crisis del Covid-19 (coronavirus) empuja a plantearse muchas preguntas que tal vez puedan hacer estremecer la fe cristiana: ¿Quiso Dios esta pandemia? ¿Por qué no pone fin a esta crisis? ¿Nos protege realmente? Ante estas preguntas, hay que recordar qué significa de verdad la voluntad divina.
Habría podido hacer alguna cosa a título preventivo, más vale prevenir que curar. ¿Por qué la muerte nos ronda tan de cerca como si Dios nunca nos protegiera?
Sin embargo, no dejamos de invocarle para implorar su protección. ¿Hay que renunciar y concluir que la Providencia ha fracasado?
Este problema es uno de los más temibles de la fe cristiana. Sin pretender resolverlo ni responderlo completamente, intentemos dar algunas claves.
Dios no prometió alejarnos del sufrimiento y la muerte
La Escritura nos enseña que Dios ni hizo ni quiso la muerte, sino que es consecuencia del pecado original. Dios la venció en sus consecuencias a través de la cruz de Cristo, sin abolirla por el momento.
La muerte sigue siendo nuestro régimen de vida. Nadie escapa a ella, es la única certidumbre que nadie cuestiona.
Por consiguiente, no hay que soñar con una protección divina que nos dispense de ella. Nadie escapa y nadie conoce el momento, que podría ser prematuro.
Sin embargo, permanece en nosotros el sueño de una protección divina contra los peligros. Esta idea viene más bien de las religiones paganas antiguas y ha infestado la fe cristiana en forma de supersticiones inofensivas: “¡Que los dioses te sean favorables!”.
No obstante, este sueño puede deformar nuestra visión de la Providencia cristiana, desde el momento en que la protección buscada no tiene lugar.
Pero nuestro Dios no es caprichoso. Jesús no prometió alejar de nosotros el sufrimiento y la muerte. Prometió la salvación de nuestra alma en el momento de la muerte, si la aceptábamos, y nuestra resurrección, siguiendo la suya, pero en el Juicio final.
¿Hay que rezar para estar protegidos?
Sí, pero sobre todo de aquello en que pensamos tan poco: el pecado, la muerte espiritual. Esta protección, la gracia, no falla nunca si la aprovechamos.
Escrito por: Thierry-Dominique Humbrecht, vía Aleteia.
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