Existen mejores estrategias que un imperativo para guiar a nuestros hijos hacia la solidaridad y la empatía.
“¡Es mío! ¡Yo lo cogí primero! ¡Mamiiiiii, no me lo quiere dar!” ¿Les parece familiar alguna de estas frases? Los que tenemos más de un niño en casa sabemos que son parte del pan de cada día y, si es tu caso, también sabrás que nuestra típica respuesta es: ¡Compartan!; contestación que es muy válida, pero muy pobre a la vez, ya que esa palabra no enseña habilidades de cómo debo compartir, no me cuestiona sobre qué es lo más justo, ni me invita a tener empatía por el otro.
Una empatía no obligada
La realidad es que el niño no debe aprender a compartir en todo momento, ni bajo cualquier circunstancia. En las escuelas suceden, un montón de veces, casos como el siguiente: un niño lleva un donut de chocolate y de repente hay ocho diciendo, “no quiere compartir”, “él es malo”. Y les pregunto, amigos lectores, ¿realmente es necesario que comparta su donut con ocho amigos?; así hay muchos casos. Conocí a un niño “egoísta” que no quería compartir su osito con nadie; conversando con él, nos comentó que su hermano estaba de viaje y él se lo había comprado. Compartir es importante para poder desenvolvernos bien socialmente, pero como adultos debemos tener mucho cuidado en cómo les enseñamos esta habilidad. No los obliguemos, motivémoslos a ser empáticos con los demás para poder dar con alegría.
Por cierto, la empatía no se enseña, no se le da al niño sermones sobre lo lindo que es portarse bien con los demás, por el contrario, se modelan actitudes. Por ejemplo, si acaba de recibir en su cumpleaños un juguete, no deberíamos decirle inmediatamente que lo comparta. Más bien, démosle su tiempo de conocer el juguete, y si vemos que después de unos minutos el niño no comparte espontáneamente, podemos apelar a su sensibilidad: “tu hermano no ha recibido juguetes porque aún no ha sido su cumpleaños, ¿crees que puedan tomar turnos para jugar con él?”, “¿por qué crees que tu hermano está llorando?, ¿cómo me ayudarías para que ya no esté triste?”.
Motivar al trabajo en equipo
Otra buena idea sería hacer que el momento de compartir sea divertido. Debemos intervenir como padres y usar nuestra creatividad para crear algún “juego” que capte la atención de los niños.
Si el problema es mayor, y observamos algún tipo de “rivalidad” entre hermanos, podemos modelar actividades que los invite a trabajar juntos en equipo. Les puedes proponer proyectos que necesiten elaborar juntos, así los ayudas a establecer complicidad entre ellos. Puedes plantearles desde cuidar una plantita, hasta crear equipos en casa “hijos vs. padres” para realizar ciertas actividades, como juegos de mesa.
Como padres, debemos ir más allá de lo obvio, no utilizar inmediatamente las órdenes, sino intentar entender las razones por las que nuestros hijos no quieren compartir, para así ayudarlos a ser empáticos y criarlos más solidarios y amables.
Por Belén Proaño Serrano
Máster en Atención Temprana