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Las secuelas del daño cerebral adquirido son diferentes y heterogéneas, y generan distintos tipos y niveles de discapacidad según la persona y la lesión.

El término daño cerebral adquirido (DCA) se ha empleado para definir, caracterizar y englobar las lesiones causadas por un daño cerebral que se ha adquirido durante la vida de un individuo y que no puede atribuirse a un daño degenerativo, congénito o a un trastorno del neurodesarrollo.

Se han descrito numerosos factores de riesgo relacionados con la aparición de esta enfermedad, entre los que destacan la hipertensión arterial, la diabetes, la obesidad, el sedentarismo, el consumo de tabaco y alcohol, el estrés, el síndrome de apnea obstructiva del sueño, la exposición a la contaminación ambiental y las cardiopatías, entre otros…

 

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Ahondando en el daño cerebral adquirido (DCA)

A nivel mundial, el DCA ha sido considerado como la patología que lidera una de las principales causas de mortalidad y de discapacidad. Entre sus manifestaciones diagnósticas más usuales, destacan los traumatismos craneoencefálicos (TCE) ocasionados generalmente por accidentes de tráfico o laborales, las anoxias/hipoxias causadas por la disminución y/o falta de distribución de oxígeno en el flujo sanguíneo cerebral, los tumores, y los accidentes cerebrovasculares (ACV) comúnmente llamados “ictus”, los cuales han sido considerados como un síndrome de aparición repentina y brusca, que evoluciona rápidamente y afecta el abastecimiento de sangre en zonas vasculares específicas del encéfalo, retina o médula espinal, debido a la oclusión o ruptura de los vasos sanguíneos.

Las consecuencias físicas, cognitivas (alteraciones en los procesos de la atención, funciones ejecutivas, lenguaje, memoria), personales y sociales derivadas del ACV, variarán de un paciente a otro, dependiendo del origen y alcance de la lesión, siendo las arterias cerebral media y la anterior, las más propensas a sufrir este tipo de daño.

Estas alteraciones se hacen visibles en las actividades de la vida diaria de las personas con ACV, pudiendo existir dificultades para realizar más de una actividad a la vez, fatiga mental, reducción de la concentración y de la atención, distracción y lentitud mental. Por tanto, la atención es uno de los principales dominios cognitivos alterados por el daño cerebral, y uno de los aspectos más importantes de cara a la rehabilitación de un ACV, puesto que ha sido considerado como la base funcional de los demás procesos cognitivos y un prerrequisito para instaurar los futuros aprendizajes.

 

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Rehabilitación

En cuanto a la rehabilitación cognitiva, diferentes estudios en pacientes con ACVs y TCEs indican que los tejidos dañados tienen un alto potencial para reorganizarse. Por ello, se pueden emplear distintas estrategias de restauración y compensación de los déficits mediante el entrenamiento cognitivo intensivo, teniendo en cuenta una evaluación neuropsicológica inicial que permita conocer las alteraciones específicas, y así partir con el entrenamiento especializado e individualizado para cada paciente. Adicionalmente, se recomienda que el entrenamiento tenga distintos niveles de complejidad creciente, con estímulos y modalidades sensoriales distintas.

Por otro lado, tras un episodio de ictus, es habitual la presencia de alteraciones emocionales, puesto que resultados recientes señalan que los factores de riesgo más importantes para las alteraciones emocionales son los déficits cognitivos y de dependencia. Por lo tanto, si se logra disminuir a tiempo las diferentes secuelas cognitivas con la
neurorrehabilitación, éstos resultados repercutirían favorablemente en el estado de ánimo de los pacientes y por ende en su calidad de vida.

Finalmente, a modo de prevención se puede indicar la elaboración de rutinas saludables, las mismas que incluyan por lo menos 30 minutos de ejercicio físico al día, dieta equilibrada, evitar el tabaco, las drogas, consumo de alcohol, y sedentarismo, y mantener controles periódicos de la tensión arterial y del colesterol.
Un punto clave: Disfruta el tiempo al aire libre.

 

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Escrito por: Alison Mishell Rodríguez Chávez Psicóloga, Máster en neurociencia cognitiva y neuropsicología. IG: brain_puzzle

 

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