De acuerdo a la OMS, el 34% de los niños y el 25% de las niñas de once años, ya se sienten agobiados por la tareas escolares.
¿Necesarios? ¿Demasiados? ¿Pedagógicos? ¿Agobiantes y frustrantes? Docentes, padres y alumnos no terminan de ponerse de acuerdo mientras los organismos internacionales nos tiran de las orejas.
Al acabar las clases, la mochila de muchos escolares va cargada, además de con los libros de texto, con una intensa agenda de deberes para realizar en casa. Los niños reclaman más tiempo libre, los padres los ven como una sobrecarga de la que deben ocuparse y los profesores consideran que cuestionarlos es entrometerse en sus tareas.
Mientras, informes internacionales alertan de la situación. El último de los avisos lo dio la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en un estudio señalaba que el 34% de los niños y un 25% de las niñas de once años se sienten agobiados por los deberes. Y a partir de ahí las cifras solo se incrementan: a los 13 años el 55% de las chicas y el 53% de los chicos, y a los 15 el 70 y el 60% respectivamente.
Una presión que según la OMS se traduce en un aumento del estrés que provoca «un incremento de comportamientos que ponen en riesgo la salud, problemas como dolor de cabeza y espalda, mareos y síntomas psicológicos como sentirse triste, tenso o nervioso».
En el centro del debate
Una apreciación celebrada por la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), considera que un escolar realiza mejor o peor los deberes «dependiendo del nivel socioeconómico y cultural de su familia y de su entorno. Mientras unos padres y madres intentan ayudar a sus hijos e hijas, otros recurren a clases particulares o academias y otros muchos no tienen ni el nivel educativo ni el dinero para poder pagar esos apoyos».
Por su parte, los docentes defienden que «los deberes contribuyen a afianzar lo aprendido en el aula, inculcar hábitos de estudio, fomentar el esfuerzo personal e incluso la organización y planificación del trabajo, siempre que se respeten la adecuación, la moderación y la proporcionalidad de dichas tareas a la edad y al nivel educativo de los alumnos, así como sus diferentes tiempos para jugar, descansar y relacionarse con los demás», señalan desde el sindicato de profesores de la enseñanza pública ANPE-Madrid.
Opiniones diversas
Para Eva Bailén, madre de tres hijos, autora del libro «Cómo sobrevivir a los deberes de tu hijo» e impulsora de una campaña para exigir la racionalización de los deberes que ha recogido más de 200.000 firmas, «muchos docentes cuando se les pide rebajar los deberes aluden al hecho de que la sobrecarga curricular les tiene desbordados. Y es cierto. Pero eso no es argumento para descargar la carga de trabajo en los niños y en las familias»; y precisa que «está muy enraizado en nuestra cultura que el profesor puede mandar todos los deberes que quiera, pero es una idea con la que hay que acabar sin que se sientan cuestionados.
También hay maestros innovadores, que no mandan deberes y trabajan por proyectos. La libertad de cátedra termina donde empieza la libertad de los padres para educar a sus hijos en su tiempo, en el que además han de conciliar vida laboral y familiar».
Eva Bailén se muestra convencida de que los deberes tradicionales a menudo carecen de verdadero valor pedagógico. «No tiene sentido que el niño se pase copiando enunciados, el libro entero o que realice tareas de manera mecánica todos los días, es un esfuerzo baldío. Acaban frustrados, agotados y odiando los deberes. A los niños hay que plantearles actividades motivantes que fomenten su interés por aprender», asegura esta experta.
Vía ABC