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El amor falso es el de las películas y novelas: son actores y ellos interpretan una obra de ficción. Conoce cómo desenmascarar los falsos amores.

Cuando miramos las redes sociales, las series, las películas e incluso los anuncios publicitarios, vemos que la palabra “amor” aparece numerosas veces. Se habla mucho sobre este, pero rara vez nos detenemos a pensar sobre él.

Podemos decir que está tan naturalizado y dado por sentado que pocas personas se plantean seriamente la pregunta sobre la esencia del amor o, mejor dicho, sobre qué significa el acto de amar —ya que, más que un ente real, se trata de una acción, “amar”, que se da en la interpersonalidad—. Podemos decir que lo verdaderamente real son las “personas que se aman”, no el “amor”.

Pero, para comenzar la reflexión acerca del “amar”, es necesario primero despejar en la mente tantas ideas y representaciones desfiguradas sobre el amor. Estas pululan en los medios y, por tal motivo, son las que más penetran en el pensamiento de los jóvenes que lo experimentan.

El gran problema es que estas falsas concepciones del amor se cuelan en la cultura de modo tan sutil y enmascarado que, poco a poco, van sedimentando en nuestro corazón e instalándose en él, sin pedir permiso ni notificarnos.

Esta situación lleva a lo que se conoce como el “analfabetismo afectivo”: una incapacidad para decodificar correctamente tanto los sentimientos propios como los ajenos, lo cual deriva en una enorme dificultad para aprender a amar.

 

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Desenmascarar los falsos amores

Para atacar a los enemigos del amor, lo primero que necesitamos es reconocerlos. Aquí presentamos algunos de los acercamientos más difundidos al respecto:

Amor sentimentalista o romántico

El amor suele reducirse a un sentimiento que invade a las personas como “por arte de magia”. Algo que, al venir rápido, suele irse de igual modo. Este tipo de pensamiento hace de la persona un simple recipiente, que sólo es influenciado de modo pasivo por los efectos del amor, en vez de constituirse en un verdadero actor, protagonista y responsable de sus actos.

En esta concepción, la validación de la verdad del amor se basa en la intensidad del sentimiento.

 

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Amor persona

En esta mirada, vemos un amor antropomorfizado, al cual se le concede una entidad similar a la humana, hasta el punto de que se puede “echarle la culpa” de las decisiones propias o ajenas: “el amor lo llevó a realizar tal cosa”.

Esta actitud suele mezclarse con la anterior, provocando un desligamiento de todo tipo de responsabilidad que venga como consecuencia de la impulsividad encarnada.

Amor omnipresente

Suele escucharse la frase “love is in the air” (“el amor está en el aire”), y se piensa, de hecho, que enamorarse es como atrapar una mariposa que aletea alegremente delante nuestro. Así, suele entenderse cualquier situación alegre, cualquier relación placentera, como amor.

Se vincula al amor exclusivamente con emociones positivas, dejando de lado el compromiso y la posibilidad de amar ante el dolor. De este modo, se llega al punto de que, si todo es amor, nada lo es. En definitiva, ¿qué es el amor? Todo y, a la vez, nada.

 

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Amor inventado

Como dice el sacerdote y profesor José Pérez Soba, en su obra Pastorale familiare. Tra programmazioni pastorali e generazione di una vita (Siena, Edizioni Cantagalli, 2013), “si el amor no existiera, habría que inventarlo”. Y es justamente esta idea la que prima en la mayoría de los jóvenes: cada cual se “crea” un amor según la medida de sus deseos, necesidades y gustos.

Son pocos los casos en los que la persona es consciente de esto. Y luego de tener medianamente en claro la propia construcción del amor, se busca un candidato que la satisfaga. Esta caricatura del amor es tirana: mata la relación antes de que inicie, ya que el otro jamás podrá satisfacer plenamente las necesidades autoimpuestas.

Amor a “plazo fijo”

Estas son las relaciones que C. Jarvie llama “de bolsillo”, y que el sociólogo Z. Bauman comprende como “amor líquido”, debido a la fragilidad de los vínculos que lo componen. En pocas palabras, se piensa la relación en vistas a una satisfacción temporal.

Si bien es similar al “amor inventado”, aquí se agrega el peso de la fecha. Se propone “estar juntos mientras haya amor”, a la vez que cada uno calcula fríamente hasta qué punto se entregará. Un mes, dos años… ¿Cuánto sería suficiente para determinar el fin de la relación y comenzar una nueva? ¿O alguno se arriesgará a comprometerse de más, a merced de su “libertad”?

Amor “inflado”

Es la consecuencia tardía del “amor sentimental”. Se lo confunde con el sentimiento y la pasión; básicamente, se refiere a lo erótico, eliminando la integración de la totalidad de la persona y el sentido de la donación, del darse por entero.

Se identifica al amor únicamente con el placer sexual, de modo que cualquier relación sexual es sinónimo de amor, y más lo es cuanto más intensa resulte. Se busca, entonces, “sentir” a gran medida, a cualquier costo, ya que “el amor todo lo vale”.

El gran problema es que, como todo globo, termina por explotar. Todo idealismo tiende a desaparecer ante el menor choque con la realidad; más aún si lo que se idealiza es el “sentir” mismo de las personas.

 

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La cuestión sobre el amor

Luego de haber hecho un breve paneo por las ideas más difundidas vemos que la noción contemporánea del amor es polivalente en gran medida, porque se trata, lamentablemente, de posturas reduccionistas.

A su vez, está socialmente instalada la idea de que toda concepción de amor debe ser reconocida como digna de derechos, e incluso, incentivada. Todo ello, sin pensar si ciertas conductas buscan el bien auténtico de las personas involucradas y el bien común de la sociedad — porque el amor no constituye una cuestión privada— o si, por el contrario, llevan poco a poco a la deshumanización y a la destrucción del tejido social.

La cuestión sobre el amor, en la mayoría de los medios de difusión, hoy queda completamente reducida a la subjetividad de cada uno y a su pretendida ilimitada libertad individual.

Entonces, ¿existe una verdadera forma de amar? Sabemos que sí, y hablaremos sobre este tema en el próximo artículo. Pero podemos adelantar que esta verdad se encuentra revelada por nuestros cuerpos e inscrita en nuestros corazones desde el primer instante de nuestra existencia.

Es una verdad que nos deslumbra y que nos interpela, frente a la cual nadie permanece indiferente. Porque el verdadero amor brilla por sí mismo, iluminando y abrazando la totalidad de la existencia de cada persona, ofreciendo un horizonte de vida bella y feliz a la cual todos estamos llamados, sin excepción.

 

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Escrito por: Magdalena (Lic. en Relaciones Públicas y Mg. en Cs. del Matrimonio y la Familia) y Guido (Lic. y doctorando en Teología), vía amafuerte.com

 

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