Darwin y la religión… tres claves para entender el diálogo entre fe y ciencia, las cuales nos permitirán tener clara cada postura sin entrar en conflicto.
El 12 de febrero se conmemora el nacimiento de Charles Darwin (1809) y su contribución al mundo de la ciencia. Darwin fue uno de los científicos más influyentes de su tiempo y su contribución a la teoría de la evolución es innegable.
Su obra «El origen de las especies» proporcionó una explicación a la diversidad de las especies que se observan en la naturaleza, y demuestra que esta se debería a la evolución a lo largo de las distintas generaciones y la adaptabilidad a los cambios.
En su tiempo esta teoría científica originó una revolución e impactó hondamente en creyentes y no creyentes. Y es que esta teoría afectaba aspectos centrales del ser humano y de la sociedad.
Si el origen de las especies se debe a un factor netamente biológico, ¿dónde queda Dios como creador del mundo?, ¿cómo encaja en esto el relato bíblico?
Con esta preguntas creo que podemos ir entendiendo la magnitud de lo que el descubrimiento ocasionó en la Iglesia y entender por qué aún sus ecos resuenan hasta nuestros días.
Darwin y el diálogo entre ciencia y fe
No es tan sencillo entender el diálogo que puede haber entre ciencia y fe. Pero es importantísimo tenerlo siempre presente y fomentarlo, incluso con los más pequeños, los niños.
Ellos que creen todo concretamente y al pie de la letra son un buen espejo para mirarnos y darnos cuenta que a veces arrastramos esta forma de pensar hasta una edad adulta.
Cuando no podemos comprender algo de forma concreta y encontramos disonancias que podrían poner nuestra fe a prueba podemos desesperar y precipitadamente cerrarnos a todo lo distinto con rigidez.
Es pensando en esto que hoy traemos tres puntos clave para reflexionar en la relación entre ciencia y fe a propósito de la «revolución darwiniana» y aportar en este diálogo tan necesario.
1. La obra de Darwin y sus predecesores cristianos
La obra de Darwin, si bien original, tuvo como base el conocimiento ya sembrado por muchos predecesores en el ambiente científico, filosófico y antropológico.
Siendo el cristianismo el gran promotor de conocimiento científico y de las universidades no es raro encontrar entre los que lo influyeron, grandes personajes cristianos como Aristóteles, Gregorio de Nisa, Escoto Erígena, santo Tomás de Aquino y san Agustín.
2. La confrontación sobre el origen del mundo
La «revolución darwiniana», puso en tela de juicio la interpretación literal del texto bíblico y aunque en distintos ámbitos de la Iglesia y del cristianismo esto fue rechazado (incluso hoy hay posturas en contra), con el pasar del tiempo se entendió algo muy importante:
Gracias a la profundización de los estudios teológicos hoy más que nunca entendemos que el texto bíblico necesita ser interpretado considerando distintos factores como el contexto histórico, el estilo literario y la intención del mismo.
Sabemos que la fe no está explicada en clave científica, sino en clave de experiencia personal y relacional con Dios. Ya el mismo san Agustín nos explicaba esto:
«El Espíritu de Dios que hablaba por medio de los autores sagrados, no quiso enseñar al hombre estas cosas que no reportan utilidad alguna para la vida eterna».
Y con esto definitivamente no quiso decir que el conocimiento científico era desmerecido por el santo (gran científico), sino que atribuía un espacio para cada uno de estos conocimientos, el científico y el de la revelación.
La revelación, en las Sagradas Escrituras, nos habla de la relación de Dios con su creación y no nos da claves científicas exactas. Ni su objeto es revelarnos los misterios del cosmos y la naturaleza, aunque sí los ilumina.
3. Darwin y la nueva manera en la que miramos a Dios
El mismo Darwin se preguntaba sobre esta aparente discordia entre ciencia y fe. Si bien a lo largo de su vida abandonó el cristianismo por motivos más de índole personal que científica, frecuentemente en su obra podemos encontrar cuestionamientos y afirmaciones sobre el gran autor de esta creación que tanto admiraba:
«Quizás todas las producciones de la naturaleza se hallan en progreso hacia una mayor perfección. Una idea apoyada por los modernos descubrimientos y deducciones relativos a la progresiva formación de las partes sólidas del globo terráqueo, y en consonancia con la dignidad del Creador de todas las cosas».
El profesor Juan Pablo Martínez Rica, científico y alguna vez vicepresidente de la Real Academia de Ciencias de Zaragoza en una plática en el año 2015 nos deja una frase que ilumina el diálogo de ciencia y fe a propósito de la gran contribución de Darwin y afirma que tal vez:
«…la más importante de las cuales es que nos haya enseñado a ver al mundo y a Dios con otros ojos, y nos haya ayudado a percibir mejor la belleza y la dignidad de la creación».
Y es que el descubrimiento de Darwin lejos de asustarnos y poner en duda la existencia de Dios, amplia la idea y conocimiento que tenemos sobre Él y nos invita a descubrirlo incluso en ámbitos tan «exactos» como puede ser la ciencia.
Escrito por: Silvia Ramos, vía Catholic-Link.
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