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Las pantallas forman parte de la vida de los pequeños y, se han convertido en sus constantes educadores o maestras de entretenimiento.

¿En qué momento comenzó a justificarse el uso de las pantallas en la infancia? Alentados por sus virtudes de motivación, educación y capacidad de atención, poco a poco padres de familia y escuelas abrieron paso al uso de tecnologías desde edades tempranas. Ahora, las pantallas forman parte de la vida diaria de los pequeños y, en los peores casos, se han convertido en sus constantes educadores o maestras de entretenimiento.

En las últimas semanas, varios movimientos de padres de familia en España y otras partes del mundo han levantado la voz en desacuerdo con el uso de pantallas entre los jóvenes y los más pequeños pues el uso de pantallas se ha impuesto -en niños y adultos- como herramienta de trabajo, lo cual hace muy difícil establecer un uso comedido de la mismas durante el tiempo de ocio.

 

 

Moderación antes que prohibición de las pantallas

El problema principal se plantea ante la maduración del autocontrol en los niños y en la capacidad de las pantallas de generar adicción. Entonces, ¿deberían los niños vivir totalmente exentos de pantallas en este mundo tecnológicamente moderno?

La primera cuestión a tener en cuenta es que, según datos de la Fundación de ayuda a la drogadicción (FAD), los jóvenes pasan más de siete horas al día delante de las pantallas. Forman parte integral de su vida, es su medio de estudio, trabajo, ocio y el lugar donde se relacionan con los amigos.

Por otro lado, los mismos datos de la FAD desvelan que casi un 50 % de las familias españolas tienen problemas de convivencia derivados del uso incorrecto de las pantallas en su vida diaria.

Ante el panorama social que esto significa, el papel formativo de los padres es complejo, pues son ellos quienes deben implicarse íntegramente en formar a los hijos sobre el uso de las pantallas desde una perspectiva crítica y constructiva. Es decir, instruirlos y formarlos sobre sus riesgos, pero a la vez reflexionar sobre sus correctas oportunidades.

 

 

Deshumanización y dependencia

De no lograrse el balance anteriormente mencionado se corre el riesgo de desarrollar una dependencia. Existen ciertas señales de alarma que delatan un problema de fondo como el cambio de conducta, afectación a las horas de sueño, menor rendimiento escolar o laboral, patrones agresivos ante la limitación de su uso o aislamiento, entre otros.

Restringir las pantallas rotundamente no es una buena estrategia. Es necesario ofrecer alternativas saludables. En muchas ocasiones, la tarea de los padres será la de crear un entorno real y mucho más interesante que muestre a los hijos la verdadera belleza de una merienda tú a tú con los amigos, las risas aseguradas de un rato de compras en familia, la satisfacción de un partido de fútbol real con los amigos, los comentarios en familia sobre una serie, o un plan de pizza y palomitas.

Ahí está el verdadero reto, pues la deshumanización es el verdadero problema que esconde la tecnología y del que se desencadenan otros muchos (aislamiento, salud mental, pérdida de habilidades sociales).

El mundo digital nos hará la vida más fácil, pero seguirá siendo el mundo real el que siempre alentará el corazón del hombre.

 

 

Escrito por: Miriam Esteban Benito, vía Aleteia.

 

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