Es importante saber que ninguna pandemia produce entre 50 y 60 millones de muertes de inocentes… como lo hace el aborto cada año.
Entrevista al P. Santiago Martín, en donde afirma que ninguna pandemia produce entre 50 y 60 millones de muertes de inocentes, al año, en el mundo como produce el aborto.
El Padre Santiago Martín es licenciado en Biología, Teología Moral y Periodismo. Se ordenó sacerdote en 1979, siendo miembro de la tercera orden regular de San Francisco (Terciarios). Dejó la orden en 1988 para fundar los Franciscanos de María.
Mucho se ha valorado la pandemia desde el punto de vista médico, económico, psicológico… ¿cree que ha faltado verlo desde el punto de vista sobrenatural?
No me parece justo hacer un juicio general sobre cómo se ha afrontado la epidemia y sus consecuencias desde la Iglesia. Ha habido de todo. Cada uno lo ha hecho siguiendo las pautas de su comportamiento anterior; el que está volcado en los aspectos sociales, sólo se ha fijado en eso; el que mira también los aspectos sobrenaturales de la vida, ha recordado a sus feligreses que hay vida eterna y que ese es el destino de todos, al margen de si la epidemia acelera esa hora.
No es casualidad que esta especie de plaga mundial coincida en un momento cuando además del aborto, legal en casi todos los países, se van aprobando leyes de eutanasia, LGTB, etc…
Es posible que en algunos casos se haya querido aprovechar la confusión creada por la pandemia para introducir leyes abortistas. Hay países donde ha sucedido y eso es muy grave. Al margen de eso, hay que recordar que el aborto produce entre cincuenta y sesenta millones de muertes de inocentes, al año, en el mundo.
¿Qué efectos ha tenido la pandemia?
Ciertamente ha sido una gran purificación y un pequeño aviso para el hombre moderno, instalado en la sociedad del bienestar….
Lo ocurrido debería haber sido un aviso para la sociedad en general. Por desgracia, no creo que lo haya sido. Peor fueron las guerras mundiales y no se salió de ellas con un espíritu de conversión. El aviso debemos tenerlo en cuenta al menos nosotros, los católicos, llamados a ser la sal de la tierra y la luz del mundo.
Nunca habíamos conocido el confinamiento, esta privación de libertad se hace más llevadera si se tiene vida espiritual, libertad interior….
Para el que estaba con el Señor -y en algunos casos también para otros- el confinamiento ha sido una gran ocasión para unirse más a Dios. Me ha recordado la frase de Jesús: “Al que tiene se le dará”. La diferencia ha sido esencial. Con Dios, se ha mejorado y, sin Dios, se ha empeorado, porque no se ha encontrado sentido a lo sucedido.
¿Qué ha pasado con las misas y los sacerdotes?
Muchos fieles hubiesen deseado que no se hubiesen suprimido las Misas públicas como sucedía en época de pestes…
Hay que decir, ante todo, que las misas no se han suprimido. Muchos sacerdotes han seguido celebrándolas -por desgracia, no todos- y han redescubierto al hacerlo el valor de la Eucaristía como sacrificio incruento de Cristo.
El sacrificio de la Misa vale tanto si hay pueblo como si no lo hay. Ha sido doloroso para los fieles no poder participar en ese sacrificio de forma presencial, pero, al menos en España, las iglesias han estado abiertas y las que han permanecido cerradas ha sido por culpa del sacerdote, ya que los obispos instaron a que estuvieran abiertas.
Muchos sacerdotes han estado siempre disponibles para la confesión y para la comunión. Cuando se dice que en las pestes del pasado no se impidieron las Misas, hay que advertir que nadie pidió que eso se hiciera, porque no se sabía el peligro de contagio que llevaba el estar unos con otros; pero también entonces los enfermos eran sometidos a cuarentena en sus casas y no se les permitía salir.
¿Cree que los fieles volverán ahora con más fe valorando los sacramentos o tal vez pueda haber gente decepcionada con la actitud de la Iglesia?
Muchos han vuelto ya a ir a Misa como el que acaba de atravesar un desierto y vuelve a encontrar la fuente de agua fresca. Pero hay que reconocer que va menos gente a Misa ahora que antes y que ni siquiera se llenan los templos en el tercio o en la mitad que tienen permitido.
Hay mucho miedo. Se ha instalado en el subconsciente la idea de que ir a Misa es peligroso y, por desgracia, muchos prefieren la seguridad antes que estar con el Señor, y eso que no hay más peligro en ir a Misa que en ir al supermercado o incluso pasear por los parques abarrotados de gente.
Escrito por: Javier Navascués, vía InfoCatólica.
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