Un análisis que puede cambiar tu percepción sobre la tercera edad: El agente topo, una mirada real sobre la vejez y la soledad.
Alguna vez escuché a un alto ejecutivo decir: “los hombres nunca se quejan del clima laboral”. Estuve tentada a comentarle que por no hablar y ser escuchados sobre sus emociones desarrollan enfermedades psicosomáticas graves y que por esta razón, según datos estadísticos duros, mueren antes que las mujeres. Pero me contuve porque se trata de una creencia muy arraigada en nuestra cultura, de la misma naturaleza del clásico “los hombres no lloran”.
Este recuerdo viene a mi mente cuando intento explicarme por qué razón son pocos los hombres que aparecen en la casa de reposo que se muestra en la película-documental chilena “El agente Topo”, estrenada recientemente en Netflix, con algunas nominaciones a premios Oscar, Goya e Independent Spirit.
El agente topo a fondo
Los protagonistas son en su mayoría mujeres. Los hombres son los que realizan acciones en el film: el detective, el agente infiltrado y los que llegan buscando trabajo. Pero de ellos como miembros de la casa de retiro, sujetos de cuidados, se ve poco.
Las primeras escenas retratan otra arista importante que es tarea pendiente para nuestra sociedad, la de no excluirlos de la vida laboral.
Aunque el curso del guión inicia con la búsqueda por parte del Agente Topo (Sergio Chami), de un supuesto maltrato institucional, sorpresivamente da un giro y nos conduce a observar la soledad no deseada de las personas que habitan el lugar.
Esta idea de maltrato hace pensar que el problema está afuera, son otros los que maltratan, pero cuando vemos las historias particulares y los rostros de personas abandonadas, nos damos cuenta que el verdadero maltrato se origina en la familia. Tienen olvidos, pero también son olvidados.
Una película interesante y disruptiva como género
Su estructura, planteada entre ficción y realidad, es un balde de agua fría para el espectador. El Agente Topo nos interroga como sociedad acerca de los vínculos que establecemos con nuestra familia.
¿Qué estamos haciendo hoy con las personas que nos precedieron y que contribuyeron en gran medida a construir un orden social que disfrutamos en la actualidad?, ¿Qué tipo de sociedad queremos ser a futuro, considerando que en poco tiempo seremos adultos mayores también y con la ventaja de que seremos más?
La verdadera felicidad
Matthieu Ricard, un científico francés que se convirtió en monje budista, considerado el hombre más feliz del mundo, en su libro “En defensa de la felicidad” (2003), describe a la felicidad como un bienestar (Sukha) que debe cultivarse. También nos dice qué hacer con el sufrimiento y el dolor:
“…Aunque nos sintamos desbordados, impotentes ante tanto dolor, querer apartar la vista sería indiferencia o cobardía. Debemos implicarnos íntimamente, con el pensamiento y con la acción, y hacer todo lo que esté en nuestra mano para aliviar esos tormentos”.
Para los budistas, el origen del sufrimiento es la ignorancia. Desde este punto de vista, la película de Maite Alberdi es un potente llamado a conocer la realidad de los adultos mayores de hoy y al mismo tiempo empezar a imaginar a las personas mayores que seremos en el futuro, tomando acciones en consecuencia.
Por ejemplo, empecemos a pensar en una sociedad de cuidados que responda a necesidades que van más allá de lo funcional, que no descuiden lo emocional. Una sociedad que se implique, que no deposite toda la responsabilidad del cuidado de sus mayores en las instituciones. Cuidar a los que nos cuidaron. Como decía Mafalda: “Lo que molesta no son los años sino la sensación térmica”.
Pensar en la vejez se parece mucho a pensar en la muerte
Siempre estamos creyendo que son otros los que envejecen o mueren. Películas como esta nos permiten reflexionar sobre aspectos tan humanos como envejecer en un siglo que a diferencia del anterior, se va a vivir más pero nadie garantiza que se tendrá más ganas de vivir. La canción “Te quiero” de José Luis Perales al final de la película es conmovedora en ese sentido: “Y cada vez, cuando te miro, cada vez… encuentro una razón para seguir viviendo”.
Es el momento de aprender a envejecer, sembrar el jardín interior que nos permitirá disfrutar de la vida que tengamos, la que nos toque.
Y, ustedes, ¿han pensado cómo quisieran vivir los últimos años de su vida? Escríbanos su respuesta.
Escrito poe: Psc. Alexandra Landázuri Savinovich, Directora del Club Vivemás. e-mail: info@vivemas.com.ec / cel: +593 998056615 / Facebook: vivemás-mi club, mi tiempo / Instagram: vivemasmiclub / Twitter: @ClubVivemas / Linkedin: Club Vivemas / https://bit.ly/2YLtoyZ / Web: https://vivemas.com.ec/
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