Compartir:

Es una frase que se repite cada vez más: «el amor se acaba». Pero la interrogante es qué factores hacen que esto pase.

“No es el amor lo que conserva el matrimonio, sino muchas veces el matrimonio lo que conserva el amor”. Recuerdo esta frase de una sesión de estudios durante nuestra preparación para casarnos, y aunque en un inicio sonó rara, hoy cobra cada vez más sentido en la vivencia del día a día del matrimonio.

Vemos en las noticias de la farándula a parejas —porque algunos ni llegaron a convertirse en matrimonio— que después de pocos o muchos años anuncian su separación por un factor externo y aparentemente incontrolable por ellos: “Se acabó el amor”, recogen los titulares.

 

 

Errores que hacen que el amor se acabe

Creemos que la causa de esas rupturas se da por dos conceptos erróneos de amor, diametralmente opuestos, pero igual de equivocados:

Error 1: El amor es un sentimiento

La atracción como primer paso para el amor suele ser involuntaria y movida por los sentimientos, pero sabemos bien que esa no es una base sólida para una relación duradera. Los que cometen el error de establecer una relación sobre un amor así entendido están a merced del vaivén de las emociones. Así como un día se sintieron muy seguros de algo, pasado un tiempo, experimentando las dificultades naturales de cualquier convivencia humana, no se sentirán como al comienzo y decidirán huir porque “se acabó el amor”.

Error 2: El amor depende totalmente de nosotros

Este segundo error es más difícil de identificar. Hay quienes pueden reconocer que el amor no debe basarse solo en los sentimientos —como en el error anterior—, pero se quedan en una visión egocéntrica del amor. El amor perdurará en la medida en la que yo lo produzca. Pero nosotros no somos la fuente del amor ni podemos serlo por mucha voluntad que tengamos. Quizás no se aplique aquí la expresión: “Se acabó el amor”, sino más bien: “Se acabaron mis fuerzas o mis ganas”. Y si se acaban mis fuerzas, se termina la relación —o el matrimonio—.

Antes de casarnos, el sacerdote que celebró nuestra boda nos dijo: “Regresen siempre a la Fuente del amor” y no podríamos seguir aquí si no tuviéramos presente ese consejo. Cuando el amor deja de ser un sentimiento o un mero esfuerzo humano y se entiende como una virtud teologal que viene de Dios, es imposible que se acabe, pues su origen es infinito.

El matrimonio eleva el amor humano de los esposos al nivel del amor de Cristo para con la Iglesia. Por eso, en los días en que no hay ni sentimientos ni fuerzas, la gracia suple y conserva ese amor que se prometió frente al altar de Dios el primer día.

 

 

Escrito por: Roberto (Diseñador gráfico publicitario) y Johanna (Traductora), vía amafuerte.com

 

Compartir: