No hay edad para aprender ni para enseñar. Solo la oportunidad y voluntad determinan un proceso de aprendizaje exitoso en la tercera edad.
Un día típico en el hogar de tercera edad donde trabajo, paseaba por las distintas aulas de clases cuando me detuve en la clase de computación y dirigí mi atención a cuatro alumnos del salón. Uno de ellos estaba con su propia laptop que compró por Navidad, otra con una tablet, regalo de un nieto que vive en el exterior y los otros dos con computadoras pantalla plana que el hogar provee para las clases.
Luego de pasar por el aula y ver cómo centraban su atención en aprender a tipear en Word para hacer cartas, o para buscar información de sus plantas favoritas en Google, regresé a mi oficina, prendí mi computador, y había recibido dos invitaciones en Facebook de ellos.
Su mayor motivación al aprender computación es re-conectarse con familiares que están en el exterior, amistades con quienes han perdido el contacto y, ¿por qué no? con un amor del pasado del cual guardan gratos recuerdos. Sus perfiles me asombran, no solo escriben frases de ánimo para sus contactos sino que “suben” fotos de las otras clases en las que participan.
La capacidad de asombro ante lo nuevo y relevante se mantiene latente y acompaña al ser humano durante toda su vida.
El ser humano nunca termina de aprender, ni de anhelarlo. La capacidad de asombro ante lo nuevo y relevante se mantiene latente y lo acompaña durante toda su vida. Es tan cierto lo anterior, que se ha desarrollado una ciencia llamada Andragogía, que estudia las técnicas de aprendizaje y enseñanza enfocadas en adultos y en adultos mayores. El nacimiento de esta ciencia data del año 1833, cuando Alexander Kapp hace referencia a ella al escribir sobre la escuela de Platón. Malcolm Knowles, quien es considerado el padre de la educación de adultos, define la Andragogía como el arte y la ciencia de ayudar a adultos a aprender.
Según esta definición todos quienes vivimos con adultos mayores estamos invitados a ser andragogos (facilitadores de procesos de aprendizaje significativo en adultos).
¿Cómo podemos facilitar estos procesos?
1. Preguntándole a nuestro adulto mayor:
– ¿Qué desea aprender y por qué?
– ¿Qué se le dificulta del proceso de aprendizaje y cómo lo podemos ayudar?
2. Incentivándolo a:
– Asistir a una clase con otros adultos mayores que quieran aprender lo mismo que él.
– Enseñar lo que sabe a otras personas, empezando por los jóvenes de la familia.
– Hacer un escrito que pueda ser compartido sobre su legado de vida.
Quizá tenemos ciertos prejuicios sobre el aprendizaje y la tercera edad. Pensamos que los alumnos no van a poder retener información, o que por ser mayores no respetarán la autoridad de un profesor más joven, o que al tratarse de gente mayor no tienen energía para aprender algo nuevo. Bueno, en ciertos casos una de estas aseveraciones puede ser cierta; pero, no debemos confundir este hecho con una generalidad. Cada adulto mayor se motivará, aprenderá y enseñará de manera distinta.
Al recorrer el hogar y ver a los residentes practicar taichi, canto, bisutería, fotografía, periodismo, yoga y jardinería puedo afirmar que no hay edad para aprender ni para enseñar. Solo la oportunidad y voluntad determinan un proceso de aprendizaje exitoso en la tercera edad.
Por Camila Valdivieso Gerontóloga |