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En el marco del Integralis Digital Tour se llevó a cabo un espacio de reflexión acerca de “Ambientes seguros y prevención de abuso” en el ámbito educativo. En este sentido, se partió de la base de que una escuela integral, es aquella que se preocupa por generar y sostener un entorno donde los alumnos están protegidos frente al flagelo del abuso, y encuentran ayuda eficiente ante una experiencia de este tipo.

El webinar estuvo moderado por Patricio Videla, director de Integralis y contó con la presencia de María Inés Franck, Diplomada en Protección de los Menores (Universidad Pontificia de México y Pontificia Universidad Gregoriana; Judy Benavides, vocera y Jefe de Monitoreo y Garantía de Derechos en Red PaPaz, a cargo de la efectiva protección de derechos de niñas, niños y adolescentes, especialmente en los entornos digitales; e Ilva Hoyos Castañeda, Abogada y doctora en Derecho (Universidad de Navarra).

La pandemia del COVID-19 permitió evidenciar que ya existía una pandemia silenciosa (o silenciada) como lo es la pandemia de la violencia a la que aún no se ha encontrado una cura, pero sobre la que no se deja de trabajar. Pero además, como explica Judy Benavides, este contexto hizo que casi todas nuestras actividades migraran a los entornos digitales y por esto, se notaron mucho más los riesgos de la permanencia en Internet, especialmente para los menores de 18 años.

En este sentido, las acciones preventivas en las instituciones educativas son pilares fundamentales para la generación y mantenimiento de los ambientes seguros. La prevención tiene que tener una mirada integral de la persona y significa anticiparse, adelantarse a lo que puede pasar. Debe considerar los riesgos que podrían aparecer para estar preparados en darles atención, en un tiempo oportuno, desde tres focos: antes de que suceda, antes de que empeore y antes de que sea demasiado tarde.

El primero, implica poder identificar las primeras señales o alertas, el segundo detecta cuando ya hay un riesgo muy latente para poder tomar acciones que permitan prevenirlo concretamente y, en tercer lugar, poder tener un proceso que nos indique cómo debemos actuar en el caso de que haya sucedido una situación en donde se haya vulnerado el derecho del niño o del joven.

Para que estas acciones puedan llevarse a cabo, la prevención tiene que ser parte de la cultura viva de la escuela. Es decir, que cada una de las personas que forma la institución educativa y fundamentalmente aquellas que interactúan con los estudiantes, tengan conocimientos y herramientas para evitar generar situaciones que pongan en duda la integridad y la dignidad de los mismos y que además, sepan cómo asistirlos en caso de que haya ocurrido.

De manera que sea una práctica cotidiana, el cuidado de los espacios puede plantearse estableciendo protocolos de acción, revisando los perfiles de las personas que estarán en contacto con los niños, niñas y jóvenes, fomentando el trabajo en equipo, realizando capacitaciones y actualizaciones de manera permanente. También es importante, que como agentes educativos, se pueda identificar y reconocer en estas prácticas, cuál es el rol que no tiene la escuela porque va más allá de su competencia, para saber de qué manera articular y ponerse a disposición del organismo competente, en caso de ser necesario.

Por otro lado, respecto a los entornos virtuales, es importante reconocer que existen allí realidades que antes no ocurrían o que al menos no estaban visibilizadas. Con la migración de casi el 100% de las actividades al ámbito digital, se vuelven más frecuentes y por ello, es necesario tomar algunas medidas para evitar el Grooming y otro tipo de situaciones violentas en este espacio:

– Incorporar Internet a la conversación para saber con quiénes interactúan los jóvenes, qué influencer está de moda, qué sitios web visitan, cuáles son los gustos que tienen o los temas que les interesa, entre otros. Esto proporciona información útil a la hora de tomar medidas preventivas.
– Conocer los riesgos digitales, es la mejor manera que existe para poder identificarlos a tiempo. Por ello es necesaria la capacitación y actualización en estos temas de manera permanente.
– Construir con los niñas, niños y jóvenes cuáles podrían ser las rutas de acción o escape en el caso de tener que atravesar una situación de riesgo. En este sentido, es importante darles a las niñas, niños y adolescentes la visión de ser sujetos de protección, pero también sujetos activos que puedan dar mensajes hacia sus compañeros. Es mucho más significativo y eficaz la apertura entre pares para compartir este tipo de situaciones o para adoptar alguna práctica recomendada. Por ello, además de capacitarse como educadores, se debe brindar herramientas a los jóvenes para que sean ellos mismos los que puedan detectar preventivamente ambientes donde podrían ser vulnerados y por lo tanto, actuar en consecuencia.

Es cierto que mucho queda por explorar, aprender e implementar en relación al tópico de la jornada, pero lo cierto es que frente a la violencia, no hay excepciones. Todos las personas somos responsables y aunque esa responsabilidad tenga distintos grados, cada uno debe atenderlas en el nivel que corresponda y hacerse cargo de la parte que le toca. Como padres, educadores o Estado en general, tenemos que asumir que la violencia es un problema que existe, que es real y que requiere de atención urgente.

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