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¡Olvídate del sofá! ¿Sabes cuál es el descanso que tu cuerpo realmente necesita?

¿Alguna vez has pensado que el descanso es simplemente tumbarte en el sofá y dejar pasar las horas frente a una pantalla? A muchos nos sucede.

Creemos que descansar es dejar de hacer todo y «desconectar». Sin embargo, si lo reflexionamos un poco, nos damos cuenta de que el verdadero descanso no siempre es sinónimo de inactividad.

A veces, podemos descansar más haciendo una caminata al aire libre, compartiendo una conversación con amigos o incluso dedicándonos a una actividad que nos apasiona.

Nuestro cuerpo y nuestra mente nos piden movimiento, variedad y una pausa que no siempre significa estar quietos. En este artículo, te invitamos a repensar el descanso: a descubrir que podemos renovarnos de muchas maneras diferentes y que, al final, descansar es mucho más que no hacer nada.

 

 

¿Qué es el descanso?

A menudo pensamos que descansar es sinónimo de detenernos por completo, de «vegetar» frente a una pantalla, ya sea viendo una serie o navegando por internet. En la cultura actual, el descanso se asocia frecuentemente con la inactividad física, como sentarse sin hacer nada más que consumir entretenimiento pasivo.

Pero, ¿es eso realmente descansar? Si profundizamos, el descanso puede adoptar muchas formas y no siempre implica la inacción.

El ser humano no está diseñado para estar inmóvil durante largos períodos de tiempo; más bien, somos seres dinámicos, hechos para el movimiento y la acción.

Descansar implica algo más que simplemente «no hacer nada». Implica un estado de renovación, de restaurar nuestras energías de una manera que nutra tanto el cuerpo como la mente. Es, en esencia, una oportunidad para reconectarnos con nosotros mismos, con los demás y, sobre todo, con Dios.

Esto nos invita a reflexionar sobre las diferentes maneras en que podemos descansar, pues no todos los descansos son iguales ni todos nos renuevan de la misma forma.

 

 

La necesidad de descansar

Descansar es una necesidad fundamental del ser humano. No solo es un requisito físico, sino también espiritual. Nuestro cuerpo está diseñado para el movimiento y el cambio de actividad; no podemos estar inmóviles o forzarlo en una sola dirección sin sufrir las consecuencias.

Sentarse durante horas frente a una pantalla, por ejemplo, puede afectar nuestras caderas, nuestra espalda y nuestros ojos. Por otro lado, el ejercicio excesivo sin descanso adecuado puede causar fatiga muscular y lesiones.

Así como necesitamos trabajar, también necesitamos pausas, cambios de ritmo, y esto nos lo recuerda el propio funcionamiento de nuestro cuerpo.

Más allá del aspecto físico, el descanso es también una forma de darle gloria a Dios. En el relato bíblico de la creación, incluso Dios descansa al final de Su obra.

Este descanso divino no es inactividad, sino una contemplación gozosa de lo creado. De igual manera, cuando descansamos, estamos reconociendo que no somos solo seres de producción, sino que tenemos el llamado a detenernos, a contemplar y a agradecer.

Descansar es también un acto de cuidado hacia nosotros mismos, una forma de honrar el don de la vida y el cuerpo que hemos recibido.

 

 

Descansar no es simplemente no hacer nada

Una de las creencias erróneas más comunes es que descansar significa hacer absolutamente nada. Sin embargo, el descanso puede venir en formas más activas. De hecho, hay momentos en los que podemos descansar haciendo cosas que nos apasionan o nos renuevan.

El trabajo, por ejemplo, cuando está alineado con nuestra vocación o lo que nos gusta, puede ser una forma de descanso. Esa actividad, lejos de agotarnos, nos renueva y nos llena de satisfacción. En esos casos, lo que podríamos considerar «trabajo» se convierte en una fuente de energía y descanso mental.

El descanso también puede adoptar formas activas, como hacer ejercicio, pasear, cocinar o realizar actividades creativas que nos permiten cambiar el ritmo y desconectarnos de las exigencias cotidianas.

Estas formas de descanso no significan necesariamente detenerse, sino más bien moverse de una manera que revitalice el cuerpo y la mente.

La importancia del descanso compartido con los demás

Otro aspecto fundamental del descanso es el componente comunitario. A menudo pensamos que descansar es aislarnos del mundo, alejarnos de todo y desconectar.

Si bien esto puede ser útil en algunos momentos, el verdadero descanso también puede encontrarse en el encuentro con los demás. Compartir tiempo con las personas que amamos, como amigos y familiares, es una forma poderosa de descanso.

Pasar tiempo con otros, ya sea tomando una cerveza, asistiendo a misa o simplemente caminando por el parque, nos conecta, nos enriquece y nos permite recargar nuestras energías de maneras que la soledad no puede ofrecer.

La vida no se trata solo de escapar al sofá después de un largo día. Descansar no es desconectar del mundo, sino conectarnos con aquello que nos trae alegría y renovación.

A veces, lo más reparador que podemos hacer es estar presentes con los demás, disfrutar de su compañía, escuchar, compartir historias y reír juntos. El descanso, entonces, se convierte en un acto de comunión, donde las relaciones se fortalecen y nuestra alma se refresca.

¿Descanso es dejar de hacer cosas?

El verdadero descanso es un equilibrio entre la actividad y la quietud, entre cuidar nuestro cuerpo y nutrir nuestra alma.

¿Cuántas veces nos hemos tirado en el sofá y, después de horas, sentimos que no estamos realmente descansados? ¿Será que descansar implica algo más que la simple inactividad?

Piénsalo, ¡a veces ni siquiera descansamos lo suficiente durmiendo! ¿Te has preguntado si quizás tu cuerpo no está logrando el descanso que necesita por un desajuste hormonal o algún problema subyacente?

Revisar nuestro estado de salud, buscar apoyo o ayuda cuando sea necesario, y estar atentos a los mensajes que nuestro cuerpo nos da también es parte del proceso de aprender a descansar mejor.

Descansar es mucho más que no hacer nada. Es renovar el cuerpo, la mente y el espíritu en el cambio de actividades, en el encuentro con los demás, en el disfrute de las cosas simples de la vida.

Aprender a descansar es, al final, una forma de honrar la vida y el tiempo que se nos ha dado, de reconectar con lo que nos rodea y de encontrar en cada pausa una oportunidad para renovarnos.

 

 

Escrito por: María Claudia Arboleda, vía Catholic-Link.

 

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