Quizás una de las mentiras más grandes que se difunde en nuestro tiempo es aquella que afirma no es asunto de los demás lo que cada quien haga consigo mismo. La dictadura del individualismo, impuesta como norma, se muestra como el objetivo de la libertad. No es así. Lo podemos comprobar al leer más abajo, la carta de una hija a su padre, que fue publicada originalmente en ThinkTheology.co.uk (debido a la naturaleza de la materia, respetando el anonimato de la autora)
«Querido papá,
Primero quiero que sepas que te amo y te perdono por lo que esto ha influído en mi vida. También quiero que sepas exactamente lo que me ha causado tu adicción a la pornografía. Quizá piensas que te afectaba sólo a ti o a la relación que tienes con mi madre, pero debes saber que ha tenido un profundo impacto en mí y mis hermanos.
Encontré tu material porno en el ordenador a los 12 años, cuando me estaba convirtiendo en una mujer. Me parecía muy hipócrita que tú intentaras enseñarme el valor de discriminar lo que podía y no dejar entrar en mi mente, mientras tú regularmente veías esa basura. Toda tu charla sobre que debía ser correcta para mi no significaba nada.
Debido a la pornografía, yo era consciente del hecho de que mi madre no fue la única mujer que te importaba. Me hice muy consciente de los momentos en que tus ojos vagaban de un lado a otro mirando en tu derredor. Esto me enseñó que debía cuidarme de las miradas de todos los hombres y que no podemos confiar en ellos. Aprendí a desconfiar al punto que los hombres no me gustaban porque nos ven a las mujeres de esa manera.
¿Alguna vez intentaste hablar conmigo acerca de cómo mi ropa podía impactar a quienes me rodeaban y cómo podía lograr ser valorizada por lo que soy por dentro? Tus acciones, sin embargo, me decían que sería aceptada sólo si yo era agradable y similar a las mujeres de las portadas de revistas o las del porno. Tus conversaciones conmigo no significaban nada, y me hacían enojar.
Al crecer, este mensaje se vio reforzado por la cultura en la que vivimos. La belleza es algo que se puede lograr sólo si le gustas a «ellos». También he aprendido a tener cada vez menos confianza en ti porque lo que decías no era compatible con lo que hiciste. Me preguntaba cada vez más si alguna vez encontraría un hombre que me aceptara y me amara como lo que soy y no sólo para ser una cara bonita.
Cuando invitaba amigas, me preguntaba cómo las considerabas. ¿Las verías como mis amigas o un bello rostro en una de tus fantasías? Ninguna chica nunca debería tener que preguntarse esto en relación al hombre que se supone debe protegerla a ella y a otras mujeres de su vida.
Cuando conocí a un hombre que me interesó, una de las primeras cosas que le pregunté fue por su relación con la pornografía. Doy gracias a Dios que esto no se ha apoderado de su vida. Aún tenemos sin embargo otros problemas por mi arraigada desconfianza hacia los hombres. Sí, tu adicción a la pornografía ha afectado mi relación con quien sería más tarde marido.
Si pudiera decirte algo, sería lo siguiente: el porno no afectó sólo a tu vida; ha influido en todo el mundo que te rodea. Pero como ya he dicho, te he perdonado. Estoy muy agradecida por el trabajo que Dios ha hecho en mi vida… en este campo que daña aún a muchos. Y estoy agradecida por la gracia de Dios también para con mi marido. Pido a Dios que hayas superado esta dependencia y que muchos hombres que luchan con este problema sean capaces de abrir los ojos.
Con amor, tu hija».
Vía Portaluz