Muchos piensas que el matrimonio es para disfrutar… Sin embargo, hay que estar claros en que estar casados es un aprendizaje constante.
Siempre decimos que el matrimonio es para disfrutar, no para amargarse la vida. En el matrimonio hay renuncias, como las hay en cualquier relación humana, pero creemos que cargar las tintas en eso es un error.
Renuncia y satisfacción
A propósito de esto, el papa Francisco, en Amoris Laetitia (“La alegría del amor”), dice: “El ideal del matrimonio no puede configurarse sólo como una donación generosa y sacrificada, donde cada uno renuncia a toda necesidad personal y sólo se preocupa por hacer el bien al otro sin satisfacción alguna”. ¡Qué bueno! Esto va en contra de cierta educación sobre el matrimonio que se ha dado durante siglos. La renuncia, la cerrazón ante cualquier satisfacción solo lleva, en nuestra opinión, a separar al matrimonio.
El no saber disfrutar del dar y recibir nos hace imposible estar preparados o capacitados para amar y, por lo tanto, para casarse. Pensemos en los jóvenes: la queja de que la crisis de la convivencia tiene que ver con que “esta generación no aguanta nada” —algo que también decían de la nuestra— es un síntoma del concepto que se tiene acerca del matrimonio…, y así nos va.
Cohabitación y matrimonio
Creemos que es la convivencia, y no el matrimonio, lo que está en crisis. Hablando de matrimonio o del cohabitar, hoy hay un lío. Más allá del asunto de las convivencias por fuera del matrimonio —ustedes saben que siempre nos dirigimos a las parejas casadas—, observamos que se llama “matrimonio” a lo que es en verdad cohabitar. Para ser amante de verdad, en nuestra opinión, se deben reunir las siguientes cualidades:
Capacidad de querer;
Inteligencia;
Voluntad;
Capacidad de dar;
Capacidad de recibir;
Fidelidad;
Capacidad de empatizar, de ponerse en el lugar del otro;
Capacidad de compromiso.
Con estas características, los amantes conforman una simbiosis: son como el liquen —por ejemplo, un hongo y un alga—. En la unión, los dos se dan, y los dos reciben; y gracias a esto llegan a colonizar sitios en donde solo el liquen puede vivir. Hay compromiso de por vida. En cambio, cohabitar es mutualismo: lo comparamos con la relación entra las abejas y las flores. Las dos sacan beneficio, pero no hay compromiso de por vida. Las abejas aceptan otras flores, y las flores, otras abejas.
Felicidad y complejidad
Parece que ser feliz y vivir bien el matrimonio están reñidos. Nosotros nunca ocultamos que el matrimonio requiere esfuerzo, y que, a semejanza del liquen, es la forma de vivir en pareja más comprometida. Y también, la más compleja. Pero creemos que eso mismo hace que sea la relación que más felicidad da a los amantes. ¡Felicidad y complejidad no están reñidas!
Por todo esto, decimos que el matrimonio es para disfrutar, y que solo es para amantes. En efecto, se caracteriza por vincular a dos personas que se aman sobre todas las cosas, que se conocen tan bien que casi se adivinan los pensamientos; que se convierten en confidentes, compañeros de peleas, mejores amigos, y mucho más. De su amor nacen los hijos, que son fruto de su pasión, amor, entrega y generosidad. Así, el paso del tiempo, en vez de apelmazar ese amor, lo agranda. ¿Por qué? Porque cada día que pasan juntos, tienen más cosas en común.
Escrito por: Trini y Alberto, creadores del gabinete 2RD, en el que se ocupan del noviazgo, del matrimonio y de la sexualidad masculina y femenina, vía amafuerte.com
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