Una reflexión sobre el momento que vivimos y como creo que debemos llevarlo o sobrellevarlo. «El mundo paró y el coronavirus nos cambió».
Hoy el mundo ha parado, y nosotros ¿paramos con él? Ya ni sé. No sé si nosotros paramos con el mundo o seguimos en él, caminando mal. Caminando mal, porque estamos haciendo algunas cosas mal.
Estamos, por ejemplo, gracias a las comunicaciones tecnológicas, recibiendo y retransmitiendo sin confirmar o corroborar, los mensajes negativos que nos llegan, algunos de ellos falsos, creados no sé con qué intenciones.
He visto llegar decenas de mensajes diciendo que tal persona está enferma y luego llega la aclaración que no es así; he visto desatarse una “guerra” política que lesionan amistades, he visto sembrar el terror y como éste se propaga en lo que hoy se llama viralizar las redes, cuando hay otras redes que tienen virus y pueden llegar a ser más peligrosas o dañinas.
Las redes de nuestras vidas
Las redes de nuestras vidas, por ejemplo, que con el coronavirus, nos está haciendo vivir uno de los momentos más oscuros y terribles de nuestra existencia. Cada día, recibimos la noticia de la partida de nuestros familiares, amigos, allegados, conocidos o desconocidos, y eso nos duele. Y más allá del dolor no podemos hacer nada. Absolutamente nada. Y eso duele y duele más, porque no podemos despedir al ser querido que se fue, que se va casi solo, sin recibir los santos oleos o la sepultura que merece.
Hoy las redes de nuestra vida se han enredado al vivir una cuarentena (que en verdad no lo es, no son cuarenta días) que nos pide u «obliga» a estar en casa. Y nos quejamos de estar encerrados sin poder salir y nos lamentamos, nos aburrimos. Estamos sintiendo en el encierro una pandemia peor, que es la de sufrir ansiedad, depresión, angustia, miedo, desistiendo de soñar o disfrutar. No pensemos ni digamos que estamos encerrados.
Veamos el vaso medio lleno. Pensemos que el mundo ha parado, que la vida nos ha dicho basta para estar en casa y disfrutar de lo que en ocasiones se ha perdido. El gusto de estar con la familia, de disfrutar de ella, de compartir, de hablar, de sentir, de vibrar, de vivir.
Nuestro hoy
Hoy decimos que estamos encerrados, no lo veamos así. Yo no tengo la suerte de tener a mi familia junta en mi casa. Yo vivo solo, pero hay quienes están pasando juntos en familia. ¿Pero están pasando juntos? ¿Comparten las tareas del hogar?, ¿conversan, juegan juntos, hacen ejercicios juntos, disfrutan juntos? ¿o cada quien está encerrado en su cuarto pegado al celular, la televisión o la computadora y no baja ni siquiera a la hora de comer a compartir la mesa, sino que agarra su plato y se va a comer a su cuarto, solo? Si se está haciendo lo segundo. Nada de esto habrá servido.
Hoy nos han prohibido dar la mano, dar un beso, darnos un abrazo. ¿Nos damos cuenta de la gravedad de eso? Hoy es temporal. Hay que hacerlo por salud y prevención. ¿Pero es algo nuevo en nuestras vidas? Pensemos en si antes cuando podíamos, no dimos a quien lo necesitó ese abrazo cálido, ese beso estremecedor, ese apretón de manos sincero. Si no lo hemos dado antes. Ahora que no podemos darlo, aprendamos que es necesario hacerlo y repartamos abrazos, cuando esto pase, porque va a pasar, debe pasar, tiene que pasar. Y va a pasar.
La ironías
La tecnología es irónica. Nos une con los que están lejos, pero nos separa de los que están cerca. He estado en reuniones en que todos están sentados en un lugar, mirando su celular, sin hablar con el de al lado. ¿Qué clase de reunión es esa? Deja el cel y habla con el que está al lado, ríe o llora con él, alégrate o apénate con él, pero está a su lado, comparte. Una cosa es estar junto y otra estar compenetrado. Y hoy estamos juntos, no sé si compenetrados.
Y, es que hoy vivimos muchas ironías. Muchas. Voy a citar una que puede ser macabra, tétrica, morbosa, pero basta y sobra para dar ejemplo. Las funerarias son un negocio. Como negocio ¿Qué es lo que más quisieran? Respuesta: Que haya muertos y si hay muchos, mucho mejor. Y hoy que hay decenas de muertos, muchas funerarias han cerrado sus puertas, porque no están preparadas para una pandemia como esta, porque prefieren y con humanismo no arriesgar a su gente, así se pierda dinero, porque la vida vale muchísimo más que cualquier dinero del mundo.
Hoy al no haber disponibilidad total de funerarias, la gente muere en su casa y pasa uno, dos o tres días, sin poder ser sepultados, porque no hay donde comprar una caja y si la hay, no pueden enterrarlo o cremarlo, como es el caso, porque el sistema está colapsado y el sistema de salud no pudo estar preparado para una situación como esta, algo hasta cierto punto comprensible, porque nadie está preparado para una cosa así.No la han estado las potencias, menos lo va a estar un país desorganizado y empobrecido como el nuestro, sumido en la corrupción que no se sanciona.
Puede ser macabro lo escrito. ¿Pero ven lo que pasa? La gente muere y no puede tener una muerte digna. Y se van casi solos, sin velorio, sin sepultura, sin el dolor de sus familiares y amigos, sin recibir los santos oleos, algo supremamente importante para los creyentes. Se va como vino, solo y sin nada. Triste, ¿no?
Después de que esto pase
Y después de que esto pase, el mundo y nosotros seremos diferentes y habremos cambiado. Esto va a dividir al mundo en un antes y un después. Un antes del Covid-19 y un después del coronavirus, que es decir lo mismo. Ojalá que volvamos a los valores éticos y morales que nos inculcaron padres y maestros, en la época que el castigo no traumaba y corregía; y que el respeto era una virtud y que al parecer hoy se ha perdido. Que dejemos de ser consumistas y seamos más consumidores de nosotros mismos dando lo mejor de sí. Esto nos está dejando lecciones aprendidas con dolor y llanto. Aprendamos. Es nuestra oportunidad. ¿Tenía que pasar esto para aprender? ¡Que ironía, aprender así!
¿Qué hacer ante tanta desgracia?
Pero ante tanta desgracia ¿Qué hacer? Tratar de ser positivo, no tratar. Ser positivo, no dejar de creer, no dejar de luchar, de cuidarse, de hacer lo indicado para luchar contra el mal. Hacer ejercicio, comer bien, seguir los consejos médicos, tomar medicina natural recomendada por profesionales, tomar sol en su propio hogar, no salir a exponerse y si se sale, por necesidad o trabajo, en las horas permitidas, hacerlo debidamente protegido. No importa parecer astronauta, el asunto es protegerse y cuidarse.
Seamos positivos
Somos personas compuestas de energía, emitamos la energía positiva que tenemos y que nuestras acciones y pensamientos manden ondas energéticas positivas, con vibraciones que atraigan el bien no el mal: Creemos (del verbo crear) desde el pensamiento y despertemos nuestros dones y potenciales para hacer el bien, llevemos amor y armonía, llevemos paz y consuelo, digamos y demos mensajes positivos, útiles, que sumen y multipliquen no que resten y dividan, seamos luz no oscuridad, seamos esperanza no desesperanza, seamos fe no temor. Estemos bien que estar mal, baja nuestras defensas y atentamos contra nuestra salud y ayudamos al maldito virus.
Detestemos las malas acciones
Aléjate de todas las noticias negativas y las personas llenas de chismes y maldad. Hagamos el bien. Miremos hacia nuestro interior y cambiemos y mejoremos para bien. Es tiempo de aprender la lección. La naturaleza se cansó de que atentemos contra ella (arrojando basura, contaminándola, cortando árboles, etc.) y hoy que se está recuperando, que las aguas de mares y ríos están limpias, que el aire está puro, que el cielo está despejado, que la luna brilla, no podemos disfrutarla, porque no podemos salir. Una ironía más.
A muchos nos falta humanidad
Algunos banqueros dicen que entrarán en mora y no cobrarán intereses y lo hacen, cobran sin piedad. Las telefónicas dicen que no cortarán el servicio y no cobrarán y lo hacen. Si ellos no quieren aprender la lección, pobres de ellos. Por interés mezquino y avaricia innata no aprenden la lección. Aprendámosla nosotros.
Vamos a mirar para adentro para cuidar de la parte emocional
Aprendamos de los momentos duros. Aprendamos que hay que dar amor, amar al prójimo, no enfrascarnos en peleas absurdas, no llenarnos de rencores, no seamos egoístas, compremos lo que realmente necesitamos sin acaparar pensando que lo que tenemos de más a otro les falta y si tenemos para regalar, regalemos. Seamos solidarios. Hoy más que nunca en que irónicamente, lo mejor es estar lejos (a distancia prudencial del prójimo), estemos unidos no a través de la cercanía física, pero sí de la cercanía sentimental. Llamemos a nuestros padres, a nuestros hermanos, nuestros familiares, nuestros amigos a preguntar: ¿Cómo están y qué necesitan? ¿Tan difícil es?
Reaccionemos
Seamos humanos. Pensemos como humanos. Obremos como humanos. Busquemos ser mejores. Saquemos aprendizaje de esto. El mundo paró y el coronavirus nos cambió, que este cambio sea bueno. Humanicémonos hoy. Mañana puede ser muy tarde.
Escrito por: Aurelio Paredes, vía: https://delado.com.ec/
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