En unas horas, su foto dio la vuelta al mundo convirtiéndose en un símbolo de esperanza para miles de niños que no pueden estudiar por falta de dinero y de electricidad. El resultado: el pequeño Daniel ha recibido suficiente dinero para realizar su sueño: estudiar y llevar algún día el uniforme de la policía.
En la foto, Daniel Cabrera, de 9 años, estaba haciendo sus deberes. Y los hacía en una acera de la ciudad de Mandaue, en la provincia filipina de Cebú.
Su madre, de 42 años, es viuda desde 2013. Tiene tres hijos y trabaja por 80 pesos al día (el equivalente a 2 euros). Y Daniel tiene una fuerza de voluntad tan grande que no se inquieta si no tiene electricidad y la va a buscar en la calle, que está iluminada.
Inclinándose sobre su libreta, más grande que el viejo taburete que le sirve de mesa, todo él brilla en dignidad ¡mucho más fuerte que su pobreza!
La foto fue publicada en Facebook por una joven estudiante de medicina el pasado 23 de junio. Sólo bastaron unas pocas horas para que a la familia del niño le empezaran a llegar los primeros regalos.
“Dinero líquido, material escolar, incluso una beca para estudios universitarios”, hizo saber Cristina, su madre, orgullosa de este “niño tan estudioso como resuelto”.
A Ella, Gabriel siempre le dice: “Mamá, yo no quiero permanecer pobre, quiero vivir mis sueños”.
Todos estos regalos los recoge la parroquia y un centro social del barrio, que se ha visto “un poco sobrepasado” por los acontecimientos.
En Filipinas se estima que un millón y medio de niños viven en la calle. 6 meses después del viaje del Papa Francisco al archipiélago (del 12 al 19 de enero de 2015), la historia de Daniel es una bella ilustración de las palabras y recomendaciones dichas en circunstancias similares.
“En el Evangelio, Jesús acoge a los niños, los abraza y los bendice. Nosotros debemos, también, proteger, guiar y alentar a nuestra juventud, ayudándola a construir una sociedad digna de su gran herencia espiritual y cultural”, dijo en la misa en el Ryzal Park de Manila.
“En concreto, debemos mirar a cada niño como un don que debe ser acogido, apreciado y protegido –añadió-. Y debemos cuidar de nuestra juventud, sin permitir que le sea robada la esperanza y que esté condenada a vivir en la calle”.
Vía Aleteia