¿Cómo puede el orden mejorar mi relación con Dios? ¡4 claves para identificarlo!
Vi un video que me dejó pensando en lo que hoy quiero compartirte (te lo comparto a continuación). Me recordó que la unidad es la base de todo. Cuando vemos una empresa, siempre tienen como referencia los valores institucionales y la meta por la cual todos en la empresa, en sus diferentes áreas y dependencias, trabajan. Pero para poder llegar a trabajar juntos por algo, para que en nuestra vida todo se direccione hacia donde queremos, se necesita también un orden. Una relación amorosa necesita unidad, una familia necesita unidad, todo, en última instancia, necesita direccionarse hacia un mismo fin si realmente quiere funcionar. Y de este valor del orden te quiero hablar en este artículo.
¿Qué es el orden y cuál es su valor?
El orden tiene que ver con la manera en que las cosas se colocan o en el modo como las personas se organizan. De acuerdo con la Real Academia de la Lengua, el orden es «colocar las cosas en el lugar que les corresponde o tener una buena disposición de las cosas que tenemos.
Todo en la vida requiere un orden; seguramente, de pequeño también te pedían que ordenaras tu habitación, o que organizaras tu maleta del colegio, o que organizaras tus materiales de trabajo, de modo que eso te diera claridad para saber dónde estaban tus materiales y que descubrieras así mejor lo que necesitabas.
Podemos decir así que todo en nuestra vida requiere, en diferentes niveles, un orden si queremos que en verdad funcione bien.
¿Cuál es la relación entre el valor del orden y la belleza?
La belleza tiene que ver con el placer que produce un objeto, cosa o persona a la mente a través de manifestaciones sensoriales. Uniendo este punto al anterior, podemos decir que, en la medida en que las cosas, lugares o personas estén en orden, podrán reflejar mejor lo que en el fondo son. En sí, todo cuanto ha sido creado tiene una belleza en sí misma, pues expresa la bondad de su Creador, que es finalmente Dios.
Si alguna vez has tenido tu habitación desordenada, sabrás lo especial que es ver la belleza que expresa al estar en orden, pues de alguna manera habla de lo bueno que es ese lugar y quien lo habita.
Cuando una persona pierde, por algún motivo, el orden en su corazón, poco a poco las cosas que hace (con sus amigos, con su pareja, su sexualidad, su dinero, su trabajo, etc.) empiezan a carecer de sentido y deja de verse atractivo a sus ojos y a los ojos de los demás, pues deja de expresar su bondad y el fin inicial con el cual fue creado.
¿Cuál es la referencia a un solo cuerpo y qué significa que la Iglesia lo sea?
La necesidad de unidad en la Iglesia no fue pensada por la Iglesia en sí misma. Jesús mismo pedía por la unidad de la Iglesia (Jn 17, 21-23). Él vio en la unidad de la Iglesia un reflejo mismo de su relación con el Padre.
La Iglesia está llamada a ser un solo cuerpo, uno solo en Jesús, como lo es Jesús en el Padre. Asimismo, lo expresaba Jesús en su oración sacerdotal:
«Mas no ruego tan solamente por ellos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que sean todos una misma cosa: así como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que también sean ellos una cosa en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en una cosa, y que conozca el mundo que tú me has enviado y que los has amado, como también me has amado a mí» (Jn 17, 20-23).
El mensaje «stop hate, we need love and unity» es un recordatorio de que la Iglesia, para mantenerse en su identidad, necesita estar unida. La Iglesia es el cuerpo visible de Jesucristo y con Él y en Él se da la Gloria a la Santísima Trinidad hasta el fin de los tiempos.
La Iglesia está invitada a seguir extendiendo el plan de Salvación que le fue encomendado por Dios, actualizando permanentemente el sacrificio de Cristo. Para que la gente crea, es necesaria la unidad. Esto lo define Jesús mismo: «Para que el mundo crea» (Jn 17, 21-23). Por eso, los atributos de la Iglesia serán siempre 4: Una, Santa, Católica y Apostólica.
Todos somos importantes, aunque parezca que no
En la Iglesia, nadie sobra. Es como un equipo de fútbol. Cada uno tiene un lugar en la cancha, con un rol asignado. En el momento en que uno deje de asumir su rol, se generará una herida en el resto del equipo.
Por ello, si creemos que no somos importantes en la Iglesia, no es porque en el fondo no lo seamos. Es porque no hemos descubierto nuestro lugar en este equipo, en el cuerpo de Cristo, todos tenemos un lugar.
No tengamos miedo de preguntar a Jesús cuál es nuestro lugar en su obra, en su Iglesia. Recordemos la muy citada frase de Santa Teresa de Calcuta: «A veces pensamos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota».
En conclusión, todo en nuestra vida tiene un fin dispuesto por Dios. Y nuestro Dios es un Dios de orden que nos invita a equilibrar nuestra vida, a darle un lugar a cada cosa en su justa medida. En la medida en que todo se viva en el orden indicado podrá reflejar mejor la belleza que le es propia y la bondad que encierra todo aquello que viene de Dios.
Escrito por: Gary Siuffi e Isabela Cañas, Psicólogos, vía Catholic-Link.
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