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En este espacio trabajamos mucho sobre nosotros. Nos preguntamos cosas, nos contestamos y reflexionamos.

Observamos a nuestro alrededor, sacamos conclusiones que intentan hacernos mejor persona en esta etapa y muy aplicables a todas las demás. Pero siempre, girando sobre nosotros mismos.

Hoy, este trompo va a girar, y se va a empezar a desplazar formando un cono. Un cono por el cual, de un lado voy a gritar yo, y del otro, van a escuchar ustedes. Porque he aquí, otro de los puntos centrales de la buena vida. No, ya no digo nueva longevidad, voy a decir, de la nueva vida. De cualquier vida que quiera ser mejor. Y se llama, aceptación.

La aceptación y la vejez, parece, se chocan en relación con la falta de ganas de aceptar el número que «nos condena» pero, eso no es del todo cierto. Verán: hay muchas personas que aceptan con grandilocuencia su edad…pero…he aquí el pequeño agujero negro que todo lo traga: creen que la edad, les da permiso para juzgar, condenar y no aceptar todo lo demás.

¿Se acuerdan que la otra vez hablamos sobre la relación entre la paz y la felicidad? Bueno, acá les vengo a contar que, para tener paz, hay que aceptar las cosas como son. No tengo dudas de que, si están acá, son fervientes combatientes de la nueva longevidad. Ahora me pregunto, a sus hijos, a sus nietos, a sus vecinos, a sus amigos, a los desconocidos, ¿los miran con indulgencia y aceptación? ¿O están esperando todo el tiempo que sean como ustedes?

Miren, la vida de cada uno es personal e intransferible. Y no hay duda de que, la experiencia, como ya dijimos acá, nos allana cierto camino, ahora bien, por intransferible lo cierto es que ninguno de nosotros puede volver a vivir nuestra propia vida a través de un tercero. No podemos elegir por nuestros hijos ni por nuestros nietos ni por nadie.

Porque esa edad ya la tuvimos, ya elegimos por nosotros mismos e hicimos nuestra vida a nuestra manera. Aceptando lo que quisimos aceptar. Pero es probable y factible que hoy, el otro no piense ni sientani accione como lo hicimos nosotros. Y no porque sea otro mundo, u otro tiempo, simplemente porque es otra vida.

La felicidad y la paz son imposibles si no hay aceptación de nuestro contexto, y para que eso ocurra debemos focalizarnos fuertemente en nosotros, nuestra vida y nuestras emociones, respetando y amando aun con sus decisiones a ese, nuestro contexto.

Eso es vivir en paz. Porque ya dice el dicho «El que es feliz, no molesta».

¡Qué estamos esperando!

Por Diego Bernardini lasegundamitad.org

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