Se presentó esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede la Carta del Papa Francisco a la Pontificia Academia para la Vida en el 25° aniversario de fundación.
“La comunidad humana”, es el título de la Carta del Papa Francisco a mons. Vincenzo Paglia, Presidente de la Pontificia Academia para la Vida, con ocasión del XXV aniversario de su institución, a celebrarse el próximo 11 de febrero.
Fraternidad, un verdadero “tesoro escondido”
Parte del concepto de que “la comunidad humana ha sido el sueño de Dios» desde antes de la creación del mundo la Carta del Pontífice al Presidente de la Pontificia Academia para la Vida. Y es necesario ser “ser cada vez más conscientes de nuestro común origen en la creación y el amor de Dios”. “La gran familia de la humanidad se reconoce a sí misma en el misterio de la generación – escribe Francisco y de hecho, – prosigue – “entre las criaturas humanas la iniciación familiar en la fraternidad puede ser considerada como un verdadero tesoro escondido, con vistas a la reorganización comunitaria de las políticas sociales y a los derechos humanos, tan necesarios hoy en día”.
La pasión de Dios por la criatura humana
“En nuestro tiempo- continúa el Papa – , la Iglesia está llamada a relanzar vigorosamente el humanismo de la vida que surge de esta pasión de Dios por la criatura humana”, hecha a su imagen, y es precisamente “la relación entre hombre y mujer el lugar por excelencia en el que toda la creación se convierte en interlocutora de Dios y testigo de su amor”.
La historia de la Academia Pontificia
“El compromiso para comprender, promover y defender la vida de todo ser humano toma su impulso de este amor incondicional de Dios”. Y en este sentido, Francisco habla de la “historia apasionada y fecunda” que ha “animado la actividad de la Pontificia Academia para la Vida desde su fundación hace veinticinco años” que, siguiendo la recomendación del siervo de Dios y gran científico Jérôme Lejeune quien “consideró oportuno sostener un compromiso más estructurado y orgánico en este frente”. Y fue de esta manera – continúa la carta del Pontífice –“que la Academia pudo desarrollar iniciativas de estudio, formación e información para que quede de manifiesto que la ciencia y la técnica, puestas al servicio de la persona humana y de sus derechos fundamentales, contribuyen al bien integral del hombre y a la realización del proyecto divino de salvación”.
Cisma entre individuo y comunidad humana
Esta “pasión por lo humano” encuentra en este momento de la historia serias dificultades”, prosigue la carta, que pone en evidencia “la desconfianza recíproca entre los individuos y entre los pueblos” que “se alimenta de una búsqueda desmesurada de los propios intereses y de una competencia exasperada, no exenta de violencia”. “La distancia entre la obsesión por el propio bienestar y la felicidad compartida de la humanidad se amplía hasta tal punto que da la impresión de que se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana”. Francisco recuerda entonces que en la Encíclica Laudato si’ resaltó” el “estado de emergencia en el que se encuentra nuestra relación con la tierra y los pueblos” y explica que “es una alarma causada por la falta de atención a la gran y decisiva cuestión de la unidad de la familia humana y su futuro”.
Perseguir una nueva perspectiva ética universal
Francisco señala que “es urgente que los ancianos crean aún más en sus mejores “sueños” y que los jóvenes tengan “visiones” capaces de impulsarles a comprometerse con valentía en la historia”. Y agrega que el objetivo a perseguir a nivel cultural es “una nueva perspectiva ética universal, atenta a los temas de la creación y de la vida humana”. No podemos – agrega el Papa – continuar por el camino del error que se ha seguido en tantas décadas de deconstrucción del humanismo, identificado con toda ideología de voluntad de poder, que se sirve del firme apoyo del mercado y la tecnología, por ello hay que combatirla a favor del humanismo.
La construcción de una fraternidad universal
Francisco advierte que “es hora de relanzar una nueva visión de un humanismo fraterno y solidario de las personas y de los pueblos”. la conciencia y los afectos de la criatura humana no son de ninguna manera impermeables ni insensibles a la fe y a las obras de esta fraternidad universal, porque “una cosa es resignarse a concebir la vida como una lucha contra antagonismos interminables, y otra cosa muy distinta es reconocer la familia humana como signo de la vitalidad de Dios Padre y promesa de un destino común para la redención de todo el amor que, ya desde ahora, la mantiene viva”.
“Todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre”.
Vía Aleteia.