Con el aumento de casos confirmados de contagios y muertes a causa del cornavirus a nivel mundial, el «virus» del miedo se ha apoderado de la sociedad.
El famoso filósofo H.P. Lovecraft, decía que el miedo es la emoción más primitiva y fuerte de la humanidad; es tan intenso que, con sólo ser activado, es capaz de movilizar a miles a comprar un producto que jamás planearon llevar, o de lograr el efecto contrario.
Un reportaje realizado por Ecuavisa, empezaba avizorar los primeros síntomas; en esa ocasión las víctimas fueron los restaurantes de comida china, los cuales reportaban en promedio una caída del 70% en sus ventas; casi un mes después una encuesta publicada por CNN mostraba algo parecido: el 38% de los norteamericanos manifestaban que «no volverían a consumir bajo ninguna circunstancia» una importante marca de cerveza, sólo porque su nombre era semejante al del virus.
Con seguridad usted sabe a lo que me refiero, pero si piensa que este artículo se trata sobre el Coronavirus, se equivoca; este artículo se trata sobre: el virus del miedo. Tanto la venta en tiempo record de las mascarillas, como la baja en ventas de los restaurantes chinos responden a la misma raíz, el comportamiento irracional. No importaron las razones que llamaban a la calma, parece ser, que para la emoción -sea cual sea- no existen razones.
El miedo y su propagación
Según la neurociencia describe al miedo como aquella alarma que tiene como función básica protegernos de la extinción. Si, como lo escucha: «aquel mecanismo diseñado para defendernos parecería que hoy nos ataca».
Pero: ¿a qué se debe que este sofisticado sistema de impulsos eléctricos y sustancias químicas, que despiertan tal actividad frenética en el cerebro límbico -sede de las emociones- actualmente nos juegue en contra?, quizás la respuesta se encuentre en la llamada cultura del miedo. Fromm menciona que la cultura del miedo es el temor generalizado que se fomenta con el fin de influenciar la conducta humana, el cual trae como consecuencia personas menos libres, reflexivas y solidarias, producto de disminución momentánea de la capacidad de razonamiento.
Es evidente que las redes sociales -si bien han sido diseñadas con otro fin- han exacerbado la propagación de noticias negativas, falsas, exageradas y mal intencionadas; y estos -según Karl Albretch- son parte de los motivos por el que la sociedad ha adquirido miedos aprendidos, que no tienen ninguna utilidad, sino que, todo lo contrario, se están convirtiendo en su gran enemigo.
Temer al miedo mismo
Decía Roosvelt: “que la única cosa a la que debemos temer es al miedo mismo”, y tenía razón, porque entre más propensos al pánico mayor es la tendencia a la desestabilización social; pero no nos vayamos tan lejos, tampoco nos hace mejores personas; el cerebro expuesto al pánico, libera cortisol -la llamada hormona del stress- este estado puede inducir a que los individuos sean cada vez más reactivos, irritables y agresivos.
A menos que la sociedad quiera vivir un «apocalipsis anticipado», es necesario cambiar la cultura del miedo por cultura de prevención, ser conscientes sobre lo que debemos temer y lo que es sólo imaginación, y quizás consumir menos redes sociales y más medios serios… como este. Y, ya sabe no se deje contagiar.
Escrito por: Eduardo Reinoso Negrete – MME, experto en conducta humana y referente en neuromarketing. CEO de Profits Consulting Group.
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