Dedican sus días al cuidado de adultos mayores, pero su trabajo no es lo único que estos jóvenes tienen en común, compartir con sus ‘viejitos’ ha hecho de ellos mejores personas.
Nicolás Guzmán
“A mis viejitos no los cambio por nada”
Cuando habla de sus ‘viejitos’ no hay quién le quite una sonrisa de la cara. A sus 28 años, Nicolás Guzmán está convencido de que su futuro profesional como psicólogo es junto a ellos, porque se han convertido en una parte de su familia.
Trabaja desde hace 6 años en el área de Tercera Edad del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), donde atiende diariamente a jubilados. Este cariño hacia ellos inició con sus prácticas profesionales en el mismo lugar; una vez que entró, no pudo salir. “Me conquistaron, pensé que necesitaba ser muy paciente; pero me di cuenta de que la palabra paciencia no existe con los viejitos, la palabra es comprensión”.
A través de terapias de lenguaje, ejercicios de matemáticas y talleres de manualidades los ayuda a estimular su cerebro, pero su trabajo diario va más allá de eso. Los escucha, los motiva, los comprende y si ve alguna ‘rabieta’, sabe que es parte del proceso natural del envejecimiento. Tiene que ser creativo, ir al ritmo de ellos, pues la idea es sacar ese espíritu joven que llevan dentro.
“Me he graduado de todas las profesiones gracias a ellos. Soy una persona más completa que valora su juventud”.
Para Nicolás, sus viejitos son una bendición. Ellos han hecho de él un mejor hijo, mejor novio, mejor amigo, mejor persona. “Son grandes maestros de la vida, no los cambio por nada, me han formado y hasta me han ayudado a descubrir habilidades que no conocía, como aprender a tejer”.
También descubrió que la edad no cambia a las personas: “Muchos piensan que en algún momento ellos se cambiaron a un envase arrugadito, y no es así, siguen siendo los mismos, con las mismas bromas”. Su espíritu sigue siendo joven, dice Nicolás, solo que ahora tienen mucha más experiencia; por eso, él piensa que la sociedad necesita de los ‘viejitos’ porque son los mejores asesores.
Camila Valdivieso
“Me enseñan a disfrutar la vida”
Ella conoce la historia de cada uno: sus ilusiones, sus miedos, su cuadro clínico, hasta los sueños que no pudieron cumplir en la juventud. “Camilita”, como la llaman los residentes, es la directora del departamento de gerontología del Hogar del Corazón de Jesús, un lugar donde se respira alegría.
Camila Valdivieso, de 28 años, realizó sus estudios de gerontología en la Universidad del Norte de Texas (EE.UU.) y regresó a Ecuador con varios proyectos en mente para adultos mayores. Luego de implementar un plan de recreación en el Hogar, le propusieron quedarse para abrir ese departamento. Desde aquel día, es la encargada de velar por la calidad de vida de los abuelos.
Entre organizar y coordinar actividades, dedica algún tiempo a conversar con ellos, y aunque sus días en el Hogar pasan rápido, los abuelitos la han ayudado a centrar su vida y a enfocarse en lo esencial. “Aquí uno aprende a disfrutar la vida, porque los abuelos van lento y eso hace que puedas apreciar cada detalle con emoción”.
Los momentos más difíciles han sido las despedidas con los residentes que fallecieron. No existe experiencia profesional que logre calmar ese dolor, dice. Sin embargo, Camila no pone distancia a su amistad con los abuelos, ella prefiere darlo todo, antes que poner límites en su entrega. “Es doloroso, pero prefiero eso que despersonalizar mi trabajo, prefiero sentirme afligida y triste que estar alejada los días anteriores (a su muerte)”.
“Me encanta verlos trabajar en equipo con mucha energía, porque demuestran que están llenos de vida”.
Son parte de su vida y todo el día piensa en ellos, ideando qué puede hacer por Norma, por Luisita, por Don José, y por cada residente del Hogar, para que se sientan mejor. Con esa misma ternura, se emociona juntos a ellos y celebra sus logros. Ella les permite volver a soñar, mientras ellos le comparten su sabiduría.
Camila destaca que los abuelos son el complemento perfecto para los jóvenes que van por la vida a mil, que sienten presión por tener éxito y que en el camino pierden hábitos de disciplina, de orden, de estrategia. “Si no hay espacios para que los abuelitos aporten cosas en su familia o en la sociedad, se pierde mucho. Eso hace falta aquí, no ver solo gente joven comprometida, la tercera edad también es productiva”.
Belén Bonnard
“Escucharlos es mi mejor parte del día”
Nunca imaginó que se dedicaría al cuidado de adultos mayores en su propio centro que abrió hace 4 meses.
No es un asilo ni un hospital, “Novavida es un club donde los abuelitos vienen a divertirse, porque no existe edad en que no puedan hacer nada”, explica esta psicóloga de 24 años.
Su deseo de ocuparse de los abuelitos, surge de una experiencia que tuvo en las prácticas clínicas que realizó en el Hospital de Neurociencias de Guayaquil. Sus pacientes eran adultos mayores, pero uno en particular llamó su atención: Roberto ‘El Pibe’ Ortega, ex jugador de Emelec. “Me cuestionó saber que había sido alguien famoso de joven y ahora estaba solo. Pensé en cuántos abuelitos a su edad resultan una carga para sus familias y se quedan sin nadie”.
Fue así que, con mucho entusiasmo, reunió sus ahorros y formó este centro recreativo de adultos mayores donde reciben repostería, manualidades, fisioterapia, baile, entre otras actividades. Esta joven emprendedora está convencida de que Dios puso al ‘Pibe’ en su camino para que ella descubriera a qué la estaba llamando.
“Aquí me quedo, soy feliz, no es como un trabajo, es algo que le hace mucho bien a las personas que vienen”.
El reto de abrir su centro significó, además, romper con un tema cultural que asocia los lugares de la tercera edad con asilos y lugares tristes. Pero aquí sucede todo lo contrario. No hay día en que los abuelitos no se rían con las ocurrencias de cada uno. “Hasta hoy no hay alguien que haya entrado a Novavida y se haya ido”, nos cuenta Belén.
Escucharlos es su mejor parte del día. “Son tan ocurridos, chistosos, son como son, han llegado a una edad en que no aparentan ser algo”. Esto, según Belén, es un testimonio muy grande para una sociedad que propone imitar a celebridades para ser aceptados.
Son un equipo, se escuchan, se motivan y Belén siempre les recuerda que “si alguien les dice que ya no pueden hacer las cosas, es mentira, sí pueden hacerlo, solo que ahora de una forma diferente”.
Por María José Tinoco
Editora
mtinoco@revistavive.com