Se calcula que más del 80% de la población, durante esta época de Navidad y Fin de Año, tiene síntomas de melancolía, estrés, ansiedad o depresión. Hay personas que en estas fechas están solas y hay otras que se tienen la “sensación” de estar solas, en cualquier caso suele ser porque están muy lejos del hogar y de su familia; hay conflictos familiares sin solucionar que las obliga a pasar las fechas en soledad; o se encuentran en una situación de aislamiento social.
Para muchísimos, el sentimiento de soledad aumenta en Navidad, se tiende a pensar que todo el mundo está reunido con sus seres queridos, se siente feliz y lo pasa bien.
Es importante que te des un tiempo para analizar tu situación, y tomar conciencia de este sentimiento que te entristece, autoevaluarte y pensar objetivamente qué lo desencadena. Algunos pensamientos de los que tienes podrían ser poco realistas, que te llevan a generalizaciones (“a nadie le importo”, “no tengo ningún amigo”, “soy un desastre” ) y a anticiparte a situaciones negativas (“si me muero nadie se dará cuenta”, “no seré feliz jamás” ) o a ignorar sus aspectos positivos (“sin tanto compromiso social puedo tener más tiempo para vivir cristianamente la Navidad”, “puedo buscar a otras personas que se sientan tristes y hacer una novena”…).
Cuando hayas tomado conciencia de esos pensamientos negativos y dañinos que te rondan, podrás sustituirlos por otros más realistas y reconciliados.
Pregúntate entonces: ¿Necesitas ayuda de un profesional para salir de tu situación? Si no es así, entonces, ¿tienes a la mano una persona que pueda escucharte y en quien desahogarte? No olvides que un sacerdote también podría guiarte. Y por último y lo más importante: ¿hace cuánto tiempo que no vas a la Iglesia, ante Jesús Sacramentado, a contarle a Dios sobre tus tristezas? Sólo en el Señor Jesús, que nace en cada corazón esta Navidad, podrás recuperar la paz y la esperanza que estás buscando.