Pusieron reggaetón y el baile se puso más comprometedor. Al momento que el chico me volteó y hubo contacto físico, mi cara y mis ánimos cambiaron por completo…
Testimonio de L.S., 18 años
Hace poco una amiga me invitó a salir a una fiesta por su cumpleaños. En realidad ya casi no la veía mucho. También fueron las “amigas” que por un tiempo se alejaron de mí cuando decidí seguir al Señor, vivir mi fe católica con coherencia. Decidí ir por mi amiga, y porque pensé que ir a la fiesta sería una buena ocasión para recuperar la amistad con ellas.
Luego de decidir ir vino la pregunta: “¿y ahora que me pongo?” Ellas mismas “me ayudaron” a elegir mi ropa. Lo que me recomendaron no me gustó desde el comienzo: una falda bien corta y apretada. Aunque ellas me decían que se me veía muy bien, yo me sentía muy incómoda por dentro. Y a pesar de que yo les decía que a mí me parecía que la falda era muy corta, ellas insistían y me decían que para verme más alta –es que soy bajita– debía usar la falda más corta y apretada, así mis piernas se verían más largas. Y así, sin luchar mucho y dejándome llevar por la presión, cedí. Las “razones” para convencerme eran: está “de moda” y “para todas es normal”.
Llegamos a la discoteca –allí era la fiesta– y, efectivamente, ahora todas usan la falda corta y apretada, así como también escotes muy insinuantes. Cuando las vi me dije a mí misma: “chuzo, ¡yo no quiero verme así!”
Antes de entrar me había hecho la idea de divertirme bailando solo con mis amigas. Sin embargo, llegó un momento en el que bailábamos en parejas, cada una con un chico que había conocido allí. Yo estaba tranquila al bailar salsa y música latina, pero luego pusieron reggaetón y el baile se puso más comprometedor. En ese momento era irme sola y no bailar o dejarme llevar, según yo, “bailando tranquilo”. Al momento que el chico me volteó y hubo contacto físico, mi cara y mis ánimos cambiaron por completo. Mientras seguíamos bailando yo de espaldas y él pegado a mí abrazándome, miraba a una amiga como implorándole que me sacara de esa situación. Antes de ir a la fiesta le había pedido que me cuidara, pues ella sabe que he hecho una promesa de pureza. Sin embargo, no tuve el valor ni la decisión para salir de esa situación por mí misma, ella tampoco se dio por enterada.
No quiero quedar mal
A mis 18 años ya no soy de salir mucho a fiestas porque antes de conocer al Señor yo bailaba de una forma muy provocativa, estimulando sexualmente a mi pareja de baile. En realidad, desde que tengo uso de razón era normal bailar así. Luego empecé la preparación para la confirmación y sin darme cuenta, por estar yendo a mis reuniones, dejé de ir a las fiestas. La verdad, ya no me parecía tan divertido ir a la disco.
En la disco a la que fuimos el ambiente no era para nada sano. ¿Lo es en alguna? Al momento de bailar de espaldas con este chico y permitir el contacto físico no sabía qué hacer, a pesar de saber que me sentía demasiado incómoda. El chico simplemente se excitaba conmigo y yo me prestaba para eso, solo por no ir “contra la corriente” y para no quedar mal con mis “amigas”, con esas “amigas” que no estuvieron conmigo en las malas y que encima me abandonaron porque ahora sigo a Dios.
Al terminar la fiesta, ya en camino a casa, yo les decía que no me sentía bien por cómo había bailado. Ellas me decían que no exagerara, que no había hecho nada malo, que eso era “normal”. Ahora reconozco que me dejé llevar solo por quedar bien con ellas.
De los errores se aprende: sé que si he hecho una opción por vivir la pureza, no es sano que me exponga yendo a lugares en los que degradan la dignidad de las mujeres, y que yo valgo demasiado como para poder estar mendigando el reconocimiento de ciertas “amigas” que tan solo me aplauden cuando hago lo mismo que ellas, sin importar si me daño o no, y rechazándome si decido pensar de otra forma. Desde ahora debo esforzarme mucho en fortalecer mi pureza y escoger bien a qué lugares voy a salir para no exponerme de esa forma.
* La Opción V es un blog donde se presentan testimonios de jóvenes que luchan por mantenerse castos, pues aseguran que es la única vía para encontrar el amor verdadero.
Fuente: La Opción V