Cuando nos enfermamos nos preguntamos ¿por qué a mí? Sin embargo, podemos transformar esa realidad en motivo para santificarse.
Un drama cotidiano para las personas que pierden su salud (en la enfermedad) es el de enfrentarse a la realidad de no poder trabajar ni realizar sus actividades como acostumbraban, no importa la edad que tengan. Pero si a gente joven o niños se refiere el tema, cambia completamente la manera de ver las cosas.
APROVECHEMOS ESTA OPORTUNIDAD PARA PEDIR POR OTROS
Sin embargo, la enfermedad puede tener un viso amable, si de esa manera podemos llamarle, porque para los cristianos, representa una oportunidad para santificarse. El ejemplo lo tenemos en todos los jóvenes que han muerto en olor de santidad sin renegar de su estado, porque tuvieron en común que unieron sus sufrimientos a los de Cristo en la cruz.
Y tenemos a la mano casos muy recientes, como: Carlo Acutis, Chiara Badano, Gianluca Firetti, Montse Grases, Alexia González Barros, beatos, venerables o en proceso de canonización, quienes dieron ejemplo del sufrimiento humano debido a la enfermedad (todos murieron de cáncer), sin dejar de dar ejemplo de paz y sentido de la vida eterna, al ver cumplida la voluntad de Dios en ellos mismos, con un propósito expreso.
Es lo que ocurrió con Laura Vicuña, quien ofreció su vida a Dios por la conversión de su madre; el Señor le tomó la palabra, muriendo de tuberculosis con tan solo 13 años, pero feliz porque su mamá decidió cambiar de vida.
LA ENFERMEDAD ES UN CAMINO AL CIELO
Como podemos darnos cuenta, la enfermedad no es una desgracia, es la oportunidad que Dios da a quien desea alcanzar un propósito (santificarse): la conversión de los pecadores, la santidad de los sacerdotes, el éxito de los misioneros, la resolución de algún problema, y, al mismo tiempo, Dios toma en cuenta la generosidad del sufriente y va haciendo su obra de santificación en ella. Para Dios, no hay desperdicio en las muestras de desapego personal.
Por ello, cuando la enfermedad nos alcance, demos gracias a Dios, pidámosle que nos ayude a sobrellevarla con paciencia y amor, y ofrezcamos nuestros sufrimientos para que los tome en cuenta. Tomemos de la mano a María Santísima, ella, que vio sufrir y morir a su Hijo de manera tan cruel, nos entiende y arropa para que la crudeza del dolor alcance valor sobrenatural.
Escrito por: Mónica Muñoz, vía Aleteia.
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