No es fácil para una pareja joven separarse de sus padres, especialmente cuando quieren continuar con su misión educativa. La psiquiatra Dominique Megglé explica a cada uno cómo encontrar el equilibrio adecuado.
¿Qué recomienda a los recién casados?
Dr. Dominique Megglé : No vivan muy cerca de sus padres. Instálense en un lugar distinto. Ya volverán a verlos… Una pareja que lleva casada tres años, con una esposa que llama a su madre cada dos días, corre un gran riesgo. Es probable que no haya disputas matrimoniales, pero cada vez hay más silencio entre los cónyuges. Si esta mujer solamente llama a su madre una vez cada dos semanas, comenzará a discutir con su marido. Este es un ejercicio saludable para iniciar un intercambio profundo. Una mujer que mantiene una relación demasiado estrecha con su madre busca evitar enfrentarse a la diferencia sexual, evitar enfrentarse con el distinto que es el marido. “Olvida tu pueblo y tu casa paterna”, ordena el Salmo 45.
¿Es un error común?
Una pareja joven es particularmente vulnerable a las intrusiones, a las peticiones, porque todavía no ha establecido sus reglas y ritos de funcionamiento. Está buscándose. Por inexperiencia, los recién casados son torpes. Oscilan entre dos actitudes erróneas: o bien el refugio en casa de los padres ante la más mínima crisis, o bien la excesiva protección de sus prerrogativas.
Ante las primeras discusiones matrimoniales, a veces es difícil no acudir en busca del consuelo de la madre. El suegro se da cuenta de que su yerno no es muy hábil y acude con la caja de herramientas todos los fines de semana para arreglar el apartamento. La suegra llama todos los días para conocer el menú de su “bebé”…
¡Atención! La joven pareja debe aprender nuevas relaciones con la generación anterior, que ahora representa el “exterior”. A veces es doloroso: el vínculo madre-hijo es el más fuerte de todos los vínculos humanos.
¿Son los suegros a menudo intrusivos?
Sí, sin sospecharlo. Para averiguarlo, los escucho. Las palabras traicionan. Si suelen decir “la casa de mi hija”, o “voy a la casa de mi hijo”, es probable que sean intrusivos. No son conscientes de ello. Invaden con buenos sentimientos. Si se esfuerzan por decir “la casa de los niños” o “voy a la casa de los niños”, entonces todos podrán respirar y ellos en particular.
¿Es su posición difícil?
En cierto modo, es incluso más difícil que la de la joven pareja. La herida del “nido vacío” está en proceso de cicatrización. Ven a sus hijos cometer errores por inexperiencia: con el bebé, con el casero, con las compras… Estos errores, las hicieron siendo más jóvenes. Les gustaría que se utilizase su experiencia. Pero la vida no es así: no se adquiere experiencia si son otros los que hacen las cosas por nosotros. Se necesita cometer un cierto número de errores y haber tenido un cierto número de éxitos para construir la propia experiencia. Tan solo se transfiere a los que más queremos una pequeña cantidad de nuestra experiencia. Es al aceptar esta separación y al respetar esta distancia respetuosa que los suegros continúan su trabajo educativo. Enseñan a sus hijos casados a tener cada vez más confianza en sus propias capacidades maritales y parentales. Una joven familia se fortalece así bajo la mirada del amor liberador de los suegros. Ella la necesita.
¿Cuál es la distancia correcta?
Una distancia que respeta la privacidad del hogar. Los padres pueden compartir sus inquietudes entre ellos, pero no con sus hijos. Deben estar dispuestos a ayudar a sus hijos adultos si se lo piden, y también a rechazar su ayuda en temas que no son de su competencia, como la intimidad de la joven pareja. Las familias no llegan a ser felices si existen complicidades poco sanas que borren las fronteras entre generaciones.
¿Cuál cree que es el secreto de la armonía familiar?
Humildad y humor. Lo que mata es el “yo” autosuficiente y seguro de uno mismo.
Entrevistado por Luc Adrian.
Vía Aleteia.