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La pandemia que empezó en Wuhan, China cambió el mundo… estas son algunas enseñanzas importantes que nos dejó.

En marzo se cumplen cuatro años desde que muchos países, entre ellos México, se vieron obligados a parar sus actividades cotidianas y resguardarse en sus hogares. Sin embargo, hubo otros países como Italia, España, y claramente China, que durante este mes vivieron el tope de la crisis a causa del COVID-19.

Recordar aquellos sucesos que nos marcaron el corazón de muchas maneras no es sencillo, ya que leer o escuchar la palabra COVID-19, nos hace destapar los recuerdos de aquella etapa que vivimos chicos y grandes.

Una etapa que, al recordarla, muy probablemente evoca primero sentimientos de tristeza, soledad, angustia, desesperación y, sobre todo, trae a nuestra mente el recuerdo de algunas personas a las que amamos y que partieron a la casa del Señor.

Pero, por otro lado, hay muchos aspectos que podemos rescatar de esos tiempos tormentosos, momentos que nos ayudaron a ser más fuertes cada día y a recordar que, en efecto, «la esperanza es lo último que muere».

La esperanza de volver a ver a nuestros seres queridos, de vencer la pandemia juntos y de estar a salvo, misma que brotó de nuestra fe en Cristo.

 

 

Enseñanzas que nos dejó la pandemia

A pesar de las grandes pérdidas que tuvimos que enfrentar, también ganamos mucho durante ese tiempo de confinamiento: vale la pena recordarlo para no perder de vista lo significativo que nos dejó esta pandemia y confinamiento.

LA MIRADA MISERICORDIOSA HACIA LOS DEMÁS

Una mirada que no era propia de cada uno, sino que iba más allá, viendo por el bienestar de aquellos que amamos, e incluso de aquellos que no conocíamos.

Oramos por ellos y les ayudamos, en la medida de lo posible, en sus necesidades, uniendo fuerzas y uniendo corazones.

Vimos con los ojos del Padre misericordioso a cada uno de los que enfrentó la enfermedad.

 

 

EL CONTACTO FÍSICO

Una de las principales causas por las que muchos presentaron síntomas de estrés, ansiedad y depresión fue debido a que el ser humano no está diseñado para vivir sin contacto físico, y mucho menos en soledad.

Estudios demuestran que el contacto piel con piel tiene múltiples beneficios para la salud física y psicológica. El neurocientífico Paul Zak mencionó en una de sus conferencias que requerimos de ocho abrazos al día, ya que éstos aumentan la endorfina y oxitocina en nuestro cuerpo, lo que disminuye la sensación de soledad y reduce los síntomas de ansiedad y depresión.

Incluso, un estudio de Nivea comprobó que durante la pandemia una de cada dos personas dijo haber sentido soledad con más fuerza que en toda su vida.

Por tal motivo, no nos olvidemos de abrazar siempre a quienes amamos y propiciar el tiempo juntos, pues en aquel momento era algo que añoramos y valoramos, pero con el paso de los años nos volvemos a acostumbrar a las personas y ni siquiera les mostramos nuestro cariño.

Por ende, no nos esperemos a una pandemia más para demostrar amor y valorar a nuestros seres queridos.

LA SOLIDARIDAD

Fuimos como aquel samaritano que se detuvo a ver por las necesidades del otro. Muchos se quedaron sin trabajo, y otros, por la infección y cuarentena, no podían salir a comprar alimentos básicos y productos de higiene personal; en esos momentos, vimos por el otro.

No olvidemos que todos somos hermanos y podemos ayudar al otro cuando lo necesite, pues ahí va pasando Jesús.

 

 

Escrito por: Karen Hutch, vía Aleteia.

 

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