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Más allá de tener buenos modales, ser agradecidos es una fuente de alegría verdadera.

Al decir “gracias”, una persona demuestra que tiene buena educación. Sin embargo, el sentirse auténticamente agradecido con los demás, con la vida, con Dios, solo proviene de un corazón capaz de asombrarse y de gozar con lo pequeño, por lo tanto, de ser feliz.

La gratitud contrasta con tres sentimientos que son el origen y raíz donde se asienta la tristeza: el resentimiento, el arrepentimiento y la envidia. Según el filósofo Robert C. Roberts, por eso, enseñar a nuestros hijos a agradecer va más allá de enseñarles una palabra. Es darles una visión de la vida que puede ser la fuente de su felicidad.

Quien no agradece lo que es y lo que tiene, vive insatisfecho y con amargura, añorando lo que aún le falta. “Sufrimos demasiado por lo poco que nos falta, y gozamos poco de lo mucho que tenemos”, dice Shakespeare. Nuestros hijos viven muy encerrados en si mismos y en sus cosas. Se quejan y demandan más atención, tecnología, juguetes, dinero, permisos. Siempre piden más.  ¡Y no se dan cuenta de lo que ya tienen!

Aquí algunas ideas que pueden servirnos para educar el valor de la gratitud en nuestros hijos:

Nadie nace sabiendo agradecer 

Este es un valor que se aprende, desde que un hijo aprende a hablar, a fuerza de repetirle: -¿Qué se dice?  -¡Gracias mami!  Hasta aquí estamos hablando de buenos modales.  Pero el aprendizaje va más allá.

El ejemplo es más poderoso que las palabras 

A través de nuestros actos, gestos y palabras nuestros hijos pueden saber que somos agradecidos con todas las personas. Desde la persona que preparó el almuerzo, hasta la persona que atiendo por teléfono. Desde mi esposo que pasó comprando leche que faltaba, hasta Dios que nos regala un nuevo día.  También debemos dar las gracias a nuestros hijos cuando nos hacen un favor, cuando los vemos esforzarse por hacer mejor las cosas, cuando nos dan una enseñanza.

Al agradecer por cosas sencillas y simples, nuestros hijos reciben el mensaje de que somos personas que atesoramos lo que otros hacen por nosotros, sin merecerlo en la mayoría de las veces.

La lista de Navidad 

No es malo desear recibir regalos en Navidad, pero debemos aprovechar esta ocasión para educar también. Es muy educativo decirle a un hijo que en esta Navidad no podremos darle todo lo que ha escrito en su lista. Porque la situación económica actual no da para eso, porque queremos ser generosos con los más necesitados, etc. Cada padre de familia verá lo que es mejor decir y hacer.  Aquí lo que importa es bajar la ansiedad por “poseer” más y ayudar a nuestro hijo a darse cuenta de que hay otras personas que realmente necesitan más que él.

 Un ejercicio diario 

Con los hijos pequeños, cada noche al acostarlos, podemos hacer el ejercicio de que nos digan tres situaciones por las que están agradecidos en ese día. Por ejemplo:  la lonchera tenía la fruta que le encanta, la profesora le subió un punto, las clases de fútbol, el aire acondicionado, el cuento que acabamos de leer, papá que llegó temprano, etc. Incluso podemos enumerar estos agradecimientos, dirigidos a Dios en la oración de la noche.

Constancia 

Imagina a tu hijo ya de 40 años, asombrándose de todo lo que la vida le da, aún en medio de dificultades y adversidades. Vive la alegría de sentirse privilegiado por disfrutar de una caída de sol, de un vaso de agua fresca, de un abrazo. Allí es donde quieres llegar con la educación de tus hijos. Para ello necesitas ser constante en la formación, y en el ejemplo que les das.

 

 

 

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