“No cabe duda sobre la voluntad de la Santa Sede de abordar el problema”, declara Jean-Marc Sauvé a I.MEDIA
Después de tres años de investigación, la Comisión Independiente sobre los Abusos Sexuales en la Iglesia (Ciase, por sus siglas en francés) presentó el 5 de octubre de 2021 un informe en el que calcula que 216.000 personas fueron víctimas de abusos por clérigos o religiosos desde 1950 en Francia.
I.MEDIA ha preguntado a Jean-Marc Sauvé, el presidente de la Ciase, por las relaciones entre la Iglesia en Francia y la Santa Sede en materia de lucha contra los abusos sexuales. Según él, aunque el papa Francisco está claramente implicado en esta lucha, la falta de firmeza de Roma sobre estas cuestiones hasta comienzos de la década de 2000 ha podido tener consecuencias para la amplitud de la crisis en Francia.
¿Cuenta usted con viajar a Roma para presentar al papa Francisco su informe?
Es una posibilidad que está sobre la mesa. Estamos a disposición del Santo Padre para reunirnos con él. Veremos qué puede hacer la Santa Sede. Es posible que haya un desplazamiento a Roma en un plazo que no se ha determinado por ahora.
Durante la conferencia de la presentación del informe, una víctima ha valorado que el papa Francisco ha estado “abonado a los ausentes” (una expresión francesa para decir que ha brillado por su ausencia) en relación a las cuestiones de los abusos.
¿Considera usted que el papa Francisco se ha percatado de la gravedad de la crisis en la Iglesia?
Mi impresión es que el papa Francisco ha dicho y hecho cosas importantes en la lucha contra los abusos sexuales en la Iglesia. Pienso concretamente en la Carta al pueblo de Dios de agosto de 2018 y en la reunión que organizó en febrero de 2019 con los presidentes de las conferencias episcopales del mundo entero. Hay otros ejemplos, como la reforma del derecho canónico que entra en vigor el próximo 8 de diciembre y que es la culminación de un largo trabajo.
Dentro de la comisión que he presidido, no cabe duda sobre la voluntad de la Santa Sede de abordar este problema ni sobre el compromiso del papa Francisco sobre estas cuestiones. El Papa se sitúa en consonancia con el pontificado de Benedicto XVI, que tomó muchas medidas en este sentido.
Hay que comprender el hecho de que las víctimas expresan una gran radicalidad y una forma de impaciencia que puede conducirlas a acusaciones que, por mi parte, no comparto.
Usted ha señalado la ceguera de los responsables de la Iglesia en Francia hasta comienzos de la década de 2000 en relación a los abusos sexuales.
¿Esta pasividad ha podido derivar de una falta de firmeza por parte de Roma?
Creo que sí. Hasta comienzos de los años 2000, la Santa Sede no fue extremadamente atenta a estas cuestiones. Las primeras medidas aparecieron en 2001 bajo el pontificado de Juan Pablo II. Entonces, se produjo un giro con el nuevo siglo. En Francia, fue en ese momento cuando se constató una mayor sensibilidad hacia estas cuestiones.
Sin embargo, hacemos notar que también las instituciones civiles han evolucionado en este periodo. En Francia, fue solamente en 1998 cuando el ministerio de Educación nacional decidió pasar a la tolerancia cero. Así que los dos giros se produjeron en una misma época. El problema es que el “giro” para la Educación nacional se hizo bastante rápido, sin reparos, mientras que, en la Iglesia, las cosas se efectúan con muchas más dificultades, lo cual condujo al retraso de la renovación de los procedimientos para luchar contra los abusos a menores.
En las recomendaciones que hace usted a la Iglesia en Francia, está la de la reforma del Derecho canónico. Pero esto se aplica a la Iglesia universal.
¿Pedirá usted al Papa que tome en consideración esta recomendación?
Somos muy conscientes de que una reforma del Derecho canónico es una decisión que corresponde al Papa y que tiene un alcance universal. Para este tipo de recomendaciones, somos conscientes de que la Conferencia Episcopal Francesa no puede hacer nada. Es responsabilidad del Papa y de la Santa Sede. Como ya he dicho, la reforma del Derecho canónico que entra en vigor el 8 de diciembre va en el buen camino.
En la comisión que presido hay un cierto número de juristas. Yo mismo he sido vicepresidente del Consejo de Estado de Francia. Somos sensibles al hecho de que el procedimiento ante las jurisdicciones canónicas en materia penal no es en la actualidad un procedimiento equitativo. No lo es en el sentido que entendemos, por ejemplo, en la Convención Europea de los Derechos Humanos. Resultaría extremadamente útil para la Iglesia que este procedimiento se reformara.
El simple hecho de haber creado un tribunal penal interdiocesano va a contribuir a regular muchos problemas. Es una medida que también va en el buen camino.
Sobre la cuestión del Derecho canónico, quisiera destacar un punto muy importante, el del acceso de las víctimas al procedimiento. En la comisión, todos hemos quedado extremadamente impactados por esta constatación y, especialmente, cuando se observa la situación de las mujeres, las religiosas, que han presentado denuncias en la Iglesia. Los procesos se han desarrollado sin que fueran escuchadas. Al final, supieron con estupefacción que el procedimiento había terminado, que se había dictado una sentencia y que ellas ni siquiera habían sido informadas.
Sobre estas cuestiones, estoy dispuesto a desplegar todo lo que haga falta en términos de convicciones para decir que hay que moverse.
Por iniciativa del papa Francisco, todas las diócesis del mundo comienzan este domingo un enorme proceso sinodal sobre el tema de la sinodalidad. Para usted, que ha presidido la Ciase y que es católico, ¿es el momento de aprovechar este sínodo para poner sobre la mesa la cuestión de la crisis de los abusos en la Iglesia e intentar ponerle remedio?
La Comisión piensa que a la gobernanza de la Iglesia católica le vendría bien una revisión, de pies a cabeza. Entre las orientaciones que nos parecen útiles y prioritarias, estaría la búsqueda de una mejor articulación entre la dimensión vertical y la dimensión horizontal, es decir, entre la jerarquía y la sinodalidad.
Creemos que más deliberaciones protegerían más a la Iglesia católica y le permitiría responder de manera más eficaz y pertinente al problema de los abusos.
Cuando una decisión se toma a solas, el riesgo de equivocarse es mayor que cuando la decisión es colegiada. Esto vale para todos los aspectos del gobierno. En el seno de la comisión, si yo tomo las decisiones solo, es rápido y práctico. Si las discutimos, tomamos decisiones más fundamentadas.
Creemos, por tanto, que el desarrollo de la sinodalidad y la asociación de laicos, hombres y mujeres, en el poder de decisión en la Iglesia es una respuesta, entre otras, para un trato más apropiado de las violencias sexuales.
Para poner un ejemplo, trabajando en el examen de los archivos de la Iglesia católica, descubrimos que, en la década de 1990, hubo un trabajo subterráneo de germinación que se llevó a cabo. Nos dimos cuenta de que fueron las mujeres quienes reflexionaron sobre estos temas, quienes plantearon las preguntas apropiadas y quienes empujaron a los obispos a actuar.
Contar con personas ilustradas que perciben cosas que, por ejemplo, los hombres no perciben y hacerlas participar en el proceso de toma de decisiones significa tomar mejores decisiones.
Por I.Media