Todos estamos llamados a amar y ser amados… es entonces cuando nace una gran interrogante: ¿el matrimonio es una vocación?
“El matrimonio es una vocación, en cuanto que es una respuesta al llamado específico a vivir el amor conyugal como signo del amor entre Cristo y la Iglesia. Por lo tanto, la decisión de casarse y de formar una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional” (Papa Francisco, Amoris Laetitia, 72).
El Santo Padre dice: “la decisión de casarse y formar una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional”. No se trata de un discernimiento de con quién me caso, sino de un discernimiento vocacional. Luego viene la elección; pero, sin vocación, uno no se debe casar. Profundicemos en esto.
Todos estamos llamados al amor
Todos estamos llamados a amar y ser amados. Esto significa que, además de amar a Dios y de sentirnos amados por Él, hay otros amores que nos hacen falta, como el amor de amistad, el de filiación, el conyugal, o el de la entrega a los demás. El amor no solo se encuentra en la vocación al matrimonio.
La vocación matrimonial es una vocación personal no generalista
Cuando Dios da una vocación, da también las cualidades necesarias para vivirla. Y el matrimonio tiene las suyas. El matrimonio da mucha felicidad, pero no es gratis, ni es bocado para todos los paladares.
Utilizar el matrimonio como aquella vocación en la que metemos a todos los que no tienen vocación sacerdotal o religiosa, o celibato apostólico, es un gran error. De hecho, hace que haya mucha gente infeliz en su matrimonio, y que haya tantas anulaciones matrimoniales y divorcios.
La vocación matrimonial es tan personal e importante como otra vocación, y adaptarla a nuestras necesidades es lo que Jesús recriminó a los fariseos (Mt 19, 3-ss). La realidad, creemos nosotros, es que estamos en un momento de cambio histórico sobre la vocación matrimonial, desde san Juan Pablo II. ¡Se trata de un nuevo descubrimiento!
Hogares atractivos y felices
Hoy se busca y se desea tener un hogar feliz. Ahora bien, ¿qué significa un hogar feliz? O más bien: ¿puede haber un hogar feliz, si el matrimonio no disfruta de su relación?
Sin un amor grande entre los esposos, no es posible un hogar feliz, un hogar como Dios lo ha pensado desde el principio. Por eso, hay que luchar por disfrutar de nuestra vocación y de nuestro cónyuge.
Pensemos también que, cuando Dios da una vocación, es para hacernos felices, no para que nos arrastremos y seamos infelices. Los que estamos casados debemos luchar cada día por mejorar nuestro matrimonio y aumentar el amor a nuestra mujer o de nuestro marido.
Los últimos pontífices han hablado, como lo hace el papa Francisco, sobre la necesidad de matrimonios felices. Los conseguiremos con una buena educación y un acompañamiento en el discernimiento. Casarse no es un derecho, ni una obligación: es una decisión, y como tal, requiere discernimiento. Los dos novios deben estar convencidos de dar ese paso.
Por ello, hay que ayudar a los jóvenes a que disciernan su vocación. No solo entre matrimonio y vida consagrada. ¡Hay muchas más vocaciones en la vida, muchas formas de ser felices! Dividir a la sociedad en solteros y casados es algo bastante “retro”. La vida es muy rica y maravillosa, si se sabe vivirla. Ser feliz debe ser el objetivo de cualquier persona, y eso pasa por saber nuestros defectos y virtudes, y por elegir la forma en que queremos amar y ser amados.
Escrito por: Trini y Alberto, creadores del gabinete 2RD, en el que se ocupan del noviazgo, del matrimonio y de la sexualidad masculina y femenina, vía amafuerte.com
-
Lee también sobre: ¿El sexo es para el matrimonio?