Compartir:

“Evidentemente ustedes son una carta de Cristo…” (2Cor 3,3a)

El desafío que nos propone San Pablo es muy grande: ser una carta de Cristo a través de nuestra vida. Indudablemente, es un objetivo muy ambicioso pero no imposible, pues “para Dios nada hay imposible” (Lc 1,37). De ahí que lo fundamental de nuestro “volver al Evangelio, no sea tanto para aprenderlo de memoria, saber citar algunos textos, sino ¡para vivirlo y hacerlo carne en nuestra propia vida!”.

En efecto, en nuestra vida, hay cosas que aparentan no tener solución, pareciera que nos hemos quedado sin fuerzas, que nuestra fe está herida y débil. Hoy el Señor quiere que dejemos de ver las limitaciones y volvamos a creer, porque todo puede cambiar, porque nada es difícil para Dios.

No hay duda alguna de que podemos alcanzar tal objetivo. La palabra evidentemente está para indicarnos que “ante la evidencia no hay discusión ni argumento que valga”. Debemos tomar conciencia de que, el criterio de la verdad, es decir, para saber si una cosa es verdadera, es la evidencia del hecho real que se nos presenta personalmente.

Por lo tanto, San Pablo no pone en discusión la posibilidad de llegar a ser realmente una carta de Cristo:

Ustedes: se dirige a la comunidad, pues, la fuerza del testimonio no es solamente personal sino comunitario. No en vano, afirmamos: “la unión hace la fuerza”. Así, oramos en el mismo Padre Nuestro, que es Palabra de Cristo en nuestros labios –le prestamos a Cristo nuestra boca– este es un acto de profundo sentido comunitario = Padre Nuestro.

Son una carta de Cristo: es la capacidad de identificación con la vida de Jesucristo. Por eso, la más grande alegría del auténtico discípulo es saber que en todo se parece a su Maestro. Pero no por lo que sabe de Él, sino por lo que vive.

Propuesta desafiante, pero inevitable para el mundo de hoy, que más cree en los testigos del Resucitado que en los profesores.

Continuará…

Por: Padre Alejandro Saavedra sdb

Párroco y Rector del Santuario María Auxiliadora

Guayaquil

Compartir: