El pasado 6 de septiembre el Papa Francisco llegó a Bogotá, dando inicio a una aventura para todos los colombianos que duraría 4 días. Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena fueron las ciudades que en estos días se prepararon para ofrecerle al Santo Padre una calurosa bienvenida; no obstante, la organización logística comenzó cuando se confirmó, desde Roma, la venida del Sumo Pontífice. Y en el caso de las ceremonias para la celebración de la Santa Misa, un factor clave en todas las ciudades fueron los voluntarios.
El itinerario del Papa fue, en todas las ciudades, muy apretado. Tenía el tiempo contado para cada evento. Por esta razón, la ceremonia eucarística, que era el encuentro más multitudinario en cada ciudad, tenía que estar muy bien organizada. En el caso de Bogotá, la misa se llevó a cabo en el Parque Metropolitano Simón Bolívar. Siendo el parque más grande de Bogotá, con un total de 400 hectáreas, se encuentra ubicado en el centro geográfico de la ciudad; donde los organizadores del evento esperarían unas 700 mil personas.
Para lograr coordinar a tantas personas, se necesitarían de muchas manos. Manos dispuestas a ayudar con la mejor actitud de servicio. Para esto, la Universidad de la Sabana se comunicó con la Arquidiócesis de Bogotá y se ofreció a colaborar con lo que hiciera falta. Así pues, la universidad fue el centro de formación y capacitación para quienes fuimos voluntarios en la misa campal realizada el 7 de septiembre a las 16:30.
Preparando con ansias la llegada
Durante un mes y medio estuvimos recibiendo charlas acerca de logística en la ceremonia, complementadas con charlas de formación espiritual. Como mencionó Obdulio Velásquez Posada, rector de la universidad, “la preparación, en primer lugar, tiene que ser de tipo espiritual”. Así sucedió hasta que llegó el día. La misa comenzaría a las 16:30, pero las puertas del parque abrirían desde las 05:00 am. El lugar fue dividido en 33 zonas, donde los 1700 voluntarios estuvimos de acuerdo a la que nos asignaron desde las 2:00 am.
Enfrentando lo inesperado
A las 5am en punto comenzó el boleo. De las 700 mil personas que se esperaban, nos encontramos ante 1´300.000. En estos encuentros masivos son inevitables los problemas; y, habiéndose casi duplicado el número de asistentes, la labor de los voluntarios aumentó también. Recuerdo un señor que había visto mal su entrada y se había sentado en una silla que no le correspondía. Tardamos casi 10 minutos explicándole que su silla era la de en frente. Inconvenientes de este tipo, que parecen no tan graves, surgían cada 10 minutos. Veíamos que no eran simplemente ganas de pelear, sino la ansiedad de los fieles, ¡estamos hablando de presenciar al vicario de Cristo en la tierra!
Un gran recogimiento eucarístico
La misa comenzó en punto y, aunque tenía que estar muy pendiente de la gente, sabía que cumpliendo con mi labor ayudaba a la celebración y recogimiento del Santo Padre. Durante la homilía y la consagración el parque enmudeció. Las palabras que el papa Francisco dirigió a los capitalinos fueron contundentes, cargadas de doctrina, llenas de emoción, pero, sobre todo, muy sencillas y adecuadas. En cada ciudad el Papa nos habló con cariño, mencionando cosas particulares de cada ciudad; ganando así, aún más, la acogida de quienes participábamos de la eucaristía.
Terminó la misa y los asistentes empezaron a irse. Sin embargo, los voluntarios nos quedamos hasta las 21:00 en el parque terminando de organizar la salida. Algunos voluntarios, una vez terminada la labor, tomamos un bus para Villavicencio, donde ayudaríamos en la misa de allá.
El Papa Francisco ya se ha marchado de Colombia; nos deja con su venida un legado importante para todos los colombianos y para quienes hicimos parte de su visita. Esto no se puede quedar ahí. Ahora tenemos que ser testigos asiduos del mensaje que el Sumo Pontífice nos trasmitió, en nuestras familias, nuestros trabajos y con nuestros amigos.
Por: Santiago Rafael Escandon Aviles
santiagoesav@unisabana.edu.co
Fotos cortesía de María Camila Perez y Santiago Escandón